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UNICIDAD E IDIOSINCRASIA DE LAS PRODUCCIONES LINGÜÍSTICAS EN EL ÁMBITO DE LA LINGÜÍSTICA FORENSE

Мария Спасова
(Нов български университет)

 

 

Настоящата статия разглежда лингвистичните теории и понятия, засягащи уникалността на езиковата продукция на индивида и тяхната интерпретация в областта на съдебната лингвистика и по-конкретно - в контекста на съдебния съпоставителен анализ за установяване на авторството на писмени текстове посредством идентификационни маркери от синтактичен характер.

 

La atribución de autoría es la rama de la lingüística forense que emplea el conocimiento lingüístico en el análisis de textos que constituyen pruebas lingüísticas con el fin de determinar si su autoría se puede atribuir o no a un sospechoso concreto en la investigación de un crimen. Esta es la definición que mejor describe el área de estudio en su faceta actual, aunque en el aspecto práctico nada ha cambiado desde que su objeto de análisis ha pasado, con los años, de los textos literarios y religiosos de autor anónimo a las pruebas lingüísticas.

La premisa clave de la que parte toda investigación en el campo de la lingüística forense, es que las producciones lingüísticas de cada individuo, sean estas orales o escritas, son únicas e irrepetibles. Esto quiere decir que, en el contexto de la lengua escrita, a pesar de que puede haber ciertas similitudes entre los textos creados por distintos individuos debido a que estos pertenecen al mismo género textual, o son usuarios de la misma variante lingüística, o incluso, en casos de imitación el estilo, nadie es capaz de reproducir de manera exacta los rasgos idiosincrásicos del idiolecto de un individuo haciendo un uso idéntico de su lenguaje.

En este artículo intentaremos corroborar la existencia de idiosincrasia lingüística en las producciones escritas que posibilita la comparación forense de textos, apoyándonos, en primer lugar, en la teoría de la variación lingüística y, en segundo lugar, en los principios de adquisición de la lengua y de la escritura y los modelos teóricos de la psicolingüística que explican los procesos mentales que están detrás de la producción lingüística.

 

1. Teoría de la variación lingüística

Uno de los postulados fundamentales de la teoría de la variación lingüística que la lingüística forense ha adoptado en la justificación teórica, está vinculado con el estudio del papel de los factores sociales y socioculturales que propician la existencia de la variabilidad de sistemas y estructuras lingüísticas y la diversidad de su uso en el proceso de la comunicación. Los conceptos teóricos y metodológicos de la teoría variacionista surgen en respuesta a la necesidad de una revisión de los postulados tradicionales que se formulan en la lingüística estructural y la lingüística generativa sobre el carácter de la variación lingüística y la evolución del lenguaje (Labov, 1963; Hymes, 1972).

En los tratados estructuralistas (Saussure, 1990) el lenguaje se representa como un sistema de elementos lingüísticos destinados a ocupar determinadas posiciones en la cadena que forman sus componentes y a entrar en determinadas relaciones internas excluyendo otras posibles combinaciones. El número de los elementos y las variantes de combinación es fijo e inalterable en la estructura de la lengua. En virtud de estas premisas, la variación en la lingüística estructural se explica como consecuencia contextual del significado expresado en el uso concreto del lenguaje.

Los generativistas, a su vez, relacionan el fenómeno de la variación lingüística con la competencia gramatical del hablante. Según la Gramática Generativa Transformacional (GGT), conocida también como la Teoría Estándar de Chomsky (1965), esta competencia se manifiesta en la aplicación de determinadas reglas y principios que integran la gramática interna de cada individuo y que le permiten crear un ilimitado número de oraciones gramaticalmente correctas. Estas reglas, que determinan las posibles opciones combinatorias y el número de constituyentes de la oración que se produce tras su activación en el proceso mental de la producción lingüística (reglas sintagmáticas) y que construyen el enunciado en su forma oral o escrita (reglas transformacionales), son categóricas. De ahí que, desde la perspectiva del generativismo, el lenguaje sea concebido como el resultado del efecto de factores internos que rigen la selección de una regla frente a otra, hecho que explicaría la variación lingüística.

 

En contraste con estos dos modelos teóricos elaborados por las corrientes estructuralistas y generativistas para atender las cuestiones de lengua y variación, la vertiente variacionista basa su teoría en el concepto de la lengua concebida como un producto de la interacción social (Labov, 1963). La premisa principal de la que parten sus postulados implica, en palabras de Turell:

[...] no només que l’estructura està configurada pels universals de la cognició, de la memòria i de la lògica humanes, sinó també que una llengua és estructuralment marcada pel seu ús a la societat, o dit d’una altra manera, que és un producte del món social que ens envolta. (Turell, 1995: 18)

 

La variación es una propiedad inherente a todas las lenguas (Labov, 1983), que se rige no sólo por factores internos estrictamente lingüísticos ¾tal como dictan los tratados estructuralistas y generativistas¾, sino también por factores externos (sociales, estilísticos, geográficos, etc.), que actúan de forma independiente:

[...] si es prescindeix de o es canvia un factor intern, els canvis de comportament apareixen en els altres factors interns, però els factors externs no canvien; si es prescindeix de o es canvia un factor extern, els altres factors externs canvien, però els interns es mantenen igual. (Turell, 2003: 6)

 

Los factores externos son de carácter variable. Por consiguiente, las reglas generativistas que mencionábamos antes comparten y están restringidas por ellos. Eso quiere decir que la ocurrencia de una regla (llamada variante) u otra, o bien la ocurrencia de una opción de realización de la regla (llamada covariante) u otra, no se da a causa de una selección aleatoria, sino que está condicionada por factores externos. La definición del concepto de variación lingüística como un fenómeno inherente multilingüístico que se realiza de forma libre, pero estructurada, que sostiene la escuela laboviana, máxima representante de la corriente variacionista, es la que se adopta como una de las premisas clave en lingüística forense.

 La piedra angular de la investigación en atribución de autoría es la presencia de factores externos que, según la teoría variacionista, propician la variación lingüística a diferentes niveles entre las comunidades de hablantes de una lengua. El análisis cualitativo y cuantitativo de la variación es lo que permite la distinción entre los miembros de dos comunidades diferentes que no comparten los mismos rasgos lingüísticos.

En lo que atañe a los fines de la disciplina cabe destacar sobre todo la heterogeneidad en el uso del lenguaje que se observa a nivel geográfico, social e individual. La variación lingüística a nivel geográfico se manifiesta en el hecho de que cada región o comunidad lingüística ha desarrollado sus propias variantes de la lengua (dialectos, subdialectos, versiones de subdialectos). A nivel social, la variación lingüística suele estar motivada por factores externos como el género, la edad, el grupo étnico y el nivel educativo de la comunidad lingüística, que influyen en el uso de la lengua propio de cada grupo dentro de la comunidad y también en el del individuo como miembro de este grupo. La variación lingüística individual, por último, tiene que ver con la fisiología del hablante, su ideología y sus hábitos lingüísticos, que se plasman en su lenguaje individual o idiolecto.

 

1.1. El lenguaje individual

En el panorama de las corrientes lingüísticas estructuralista y funcionalista que tratan el lenguaje en su aspecto social y funcional, el idiolecto del usuario de una lengua ocupa un lugar central. Esta concentración del interés en el individuo por parte de los sociolingüistas y los variacionistas se debe al hecho de que el lenguaje individual o idiolecto refleja las características específicas de la comunidad o grupo lingüístico al que pertenece su usuario. LePage (1968: 192) sugiere que la representatividad que se atribuye al idiolecto podría explicarse como consecuencia del afán del hablante de una lengua de imitar y asimilar el comportamiento verbal de una comunidad con la que desea identificarse.

Siguiendo esta línea de interpretación, podemos suponer que el individuo “equipa” su repertorio lingüístico con las producciones lingüísticas ¾sobre todo orales, pero también escritas— a las que ha sido expuesto en la interacción comunicativa con los demás usuarios de la lengua de su entorno para luego reproducirlas en sus propios enunciados. De ahí que el análisis del habla de uno o varios individuos pertenecientes a la comunidad objeto de estudio, en el que se detectan y se escrutan los rasgos idiosincrásicos de su lenguaje, hace viable la descripción de la variante lingüística (dialecto, subdialecto, etc.) de la comunidad. La representatividad del idiolecto es una de las características que lo convierten en concepto transcendental en la incipiente teoría lingüística forense. Si podemos inducir conclusiones sobre un colectivo lingüístico, es lógico que el método inverso nos permita identificar un individuo como miembro de este colectivo a partir de nuestros conocimientos sobre la variante lingüística del grupo. Por esta razón, la fonética forense y la atribución de autoría adoptan la metodología establecida por los sociolingüistas dialectólogos y la aplican en el análisis lingüístico forense (acústico, léxico o sintáctico) de grabaciones o textos escritos anónimos, con el fin de crear perfiles lingüísticos de identificación o de discriminar entre posibles autores [1].

De acuerdo con lo que hemos comentado hasta aquí, el lenguaje individual es el resultado del contacto del individuo con el resto de miembros de su entorno lingüístico a lo largo de su vida; es el conocimiento adquirido en la interacción social. Pero además, y sin dejar de ser un fenómeno originado por la sociedad, el lenguaje es también “una cosa social manejada individualmente” (Cohen, 1973: 271):

El lenguaje suministrado al individuo por el grupo social, es empleado por aquél con más o menos particularidades, en primer lugar su propia voz, que le hace reconocible, igual que sus rasgos y su aspecto general.(Cohen, 1973: 59) [2]

 

Las particularidades de las que habla Cohen, en las que estriba la noción de la unicidad del lenguaje individual, son causadas por aspectos tanto físicos (la constitución del aparato articulatorio, por ejemplo, en el caso de la voz), como culturales (las creencias personales y la experiencia vital lingüística) del hablante. Ambos aspectos influyen en el idiolecto de cada individuo en distintos grados, de modo que no existen dos personas que compartan los mismos rasgos idiolectales en su manera de hablar o escribir. Aunque el lenguaje del grupo o comunidad lingüística del que forma parte el individuo determina su idiolecto, la superposición de rasgos dialectales es demasiado fragmentaria como para eliminar aquellos que son estrictamente individuales (McMenamin, 1993: 52). Cada usuario nativo de una lengua posee una versión del lenguaje única y diferente a la del resto de hablantes de la misma lengua (Coulthard, 2007a: 161).

 Por lo que los lingüistas han podido averiguar mediante numerosos estudios sincrónicos y diacrónicos, la lengua es una materia abstracta en estado de cambio constante y la única muestra y prueba de su existencia es el lenguaje individual. El idiolecto, a diferencia de la lengua viva, es susceptible de cuantificación, y su análisis ha permitido desde antaño llegar a conclusiones y formular suposiciones respecto su carácter general y los procesos de adquisición y producción del lenguaje.

Aparte de servir a las finalidades descriptivas de la lengua, algunas disciplinas abren nuevas vías de investigación en las que el estudio del idiolecto encuentra otras aplicaciones. En psicología forense, por ejemplo, el idiolecto se toma como una forma original de expresion de la individualidad y su análisis puede aportar información sobre el estado ánimico, emocional e incluso mental de una persona (perfil psicológico). Por su lado, la lingüística forense en su rama de autoría estudia el idiolecto desde la perspectiva de su aplicación en la resolución de cuestiones de atribución de autoría, identificación de autor y elaboración de perfíles lingüísticos de posibles autores de un texto anónimo o cuya autoría se discute. En su trabajo en este ámbito, los lingüistas forenses sostienen el supuesto de que la unicidad lingüística de cada idiolecto se manifiesta mediante elecciones distintivas e idiosincrásicas del repertorio de la lengua en la producción del habla y de la escritura. Este supuesto, que tiene su respaldo teórico en la variación lingüística, implica que un individuo puede ser identificado a partir de su voz y de sus escritos (Coulthard, 2007a: 161).

 

2. La unicidad y la idiosincrasia lingüística desde la perspectiva de las teorías de adquisición de primeras lenguas

Desde una edad muy temprana la mayoría de los niños, siempre que no padezcan ningún tipo de minusvalía física que se lo impida, muestran una facilidad sorprendente de aprendizaje de la lengua materna, avanzando rápidamente en el transcurso de pocos años hasta alcanzar la capacidad adulta. Aunque esta capacidad para el lenguaje así como su desarrollo siguen siendo un enigma, no escasean las teorías sobre la adquisición del lenguaje. Aquí prestaremos atención a las que, entre la gran variedad de teorías elaboradas para explicar el fenómeno de la adquisición lingüística, permiten reforzar la hipótesis del carácter idiosincrásico del proceso de aprendizaje y de la capacidad lingüística del usuario de la lengua, que se puede observar a través de sus manifestaciones orales y escritas.

En primer lugar, la teoría innatista, que tiene su origen en la teoría chomskiana de la Rección y el Ligamiento (GBT) [3], y defiende el carácter innato de la capacidad lingüística. Conforme con lo postulado por esta teoría, el proceso de adquisición del lenguaje es un proceso interactivo en que los principios de la Gramática Universal, que constituyen el conocimiento lingüistico innato del individuo, interactúan con el conocimiento que le proporciona su entorno lingüístico, y dicha interacción da como resultado la formación de una particular gramática del individuo (Nyams, 1986). Según Chomsky (1965), esta interacción entre lo conocido, es decir, el conocimiento innato, y lo nuevo, el input lingüístico externo, se maneja mediante un mecanismo mental subyacente, llamado dispositivo de adquisición lingüística, que “se dispara” y activa el proceso de adquisición en el momento del primer contacto del niño con la lengua. Gracias a este dispositivo, incluso cuando el input lingüístico que recibe es imperfecto, un niño es capaz de derivar las reglas gramaticales adecuadas que le permiten crear oraciones bien estructuradas en la lengua diana [target language] y determinar la manera en la que deben usarse y entenderse (Berko Gleason y Bernstein-Ratner, 2001: 407).

La relevancia de esta teoría en este trabajo es fundamental porque contempla la adquisición de la capacidad sintáctica. Saber cómo el individuo aprende a usar la sintaxis permitiría demostrar el carácter idiosincrásico de las estructuras sintácticas como posibles marcas de autor identificativas. Este es un tema poco estudiado en comparación forense de textos escritos en el que se centra el interés investigador de la autora del presente artículo. Si la teoría de Chomsky sobre la adquisición del lenguaje fuera cierta, ya que por ahora no se han encontrado muestras físicas que lo demuestren, y aceptáramos que todos los seres humanos nacen ya “programados” para el lenguaje y el individuo solo ha de “configurar” el programa mental para que su funcionamiento sea el óptimo, hemos de suponer que la configuración, al igual que su rendimiento, serán distintos en cada persona, por sus diferencias individuales intrínsecas.

En segundo lugar, la teoría sociocultural de la adquisición del lenguaje habla de un proceso de aprendizaje en el que el niño desarrolla su destreza lingüística a través de la interacción con la gente de su entorno, y no solo empleando su capacidad innata de descodificar y hacer propia la gramática del lenguaje adulto (Bruner, 1985). Según los teóricos interaccionistas, la mediación lingüística de los padres y las demás personas adultas cercanas al niño tiene un efecto crucial en la fase temprana del proceso de adquisición del lenguaje. Dichos estudios sugieren que el modo de hablar que usan los adultos en sus interacciones lingüísticas con los niños les facilita la descodificación y por lo consiguiente el aprendizaje de la lengua materna (Hirsh-Pasek et al., 1987). Además, los padres tienden a corregir las expresiones agramaticales que producen sus hijos estimulando así su adquisición lingüística (Bernstein Ratner, 1987; 1993). El enfoque de la teoría sociocultural, a diferencia de otras teorías, por ejemplo la ya citada teoría innatista, se centra más en los aspectos pragmáticos de la adquisición del lenguaje y concibe la capacidad para el aprendizaje de la lengua materna como una habilidad que la sociedad facilita al individuo mediante el contacto social entre hablantes y la interacción comunicativa. En este sentido, esta teoría comparte la postura de la corriente variacionista en cuanto a la naturaleza del lenguaje como un producto social que viene marcado por los rasgos propios de la comunidad de hablantes y por su portador como usuario de la lengua.

Según estas dos teorías, el proceso de adquisición, que consiste en el desarrollo de la capacidad de la producción lingüística, progresa bajo el efecto de los estímulos externos que percibe el mecanismo de aprendizaje innato en cada ser humano. Estos estímulos provocan a su vez que los individuos alcancen diferentes grados de competencia y destreza lingüísticas, que se pueden percibir en la riqueza léxica y la creatividad sintáctica de sus enunciados. A este hecho se debe, en gran parte, la idiosincrasia lingüística.

Aprender una lengua dada siempre se relaciona en primer lugar con la adquisición de la capacidad de hablarla, o dicho de otro modo, con el desarrollo de la habilidad de expresar ideas mediante la combinación de palabras en oraciones complejas, contextualmente adecuadas y gramaticalmente correctas, usando la propia voz. Aunque en las sociedades modernas con un nivel avanzado de alfabetización las habilidades de leer y escribir se conciben como dos aspectos de la competencia lingüística de igual importancia, persiste la idea de la primacía del habla en el proceso de aprendizaje. Esto se debe, en primer lugar, a que la comunicación por excelencia es oral, y en segundo lugar, a que la primera forma de expresión y comunicación que conoce y adopta el ser humano de manera inconsciente es también la oral. La escritura se va introduciendo en el individuo en una etapa más tardía y, a diferencia de la lengua oral, su adquisición no es un proceso involuntario sino producto de una enseñanza específica (Perera, 1986: 494).

Al contrario de lo que ocurre en la competencia oral, la capacidad de saber escribir no se adquiere úncamente a través de la experiencia del individuo. Pero aunque su adquisición viene guiada y resulta de la enseñanza, en su proceso de adquisición también influyen factores que afectan al desarrollo de un estilo idiosincrásico de escribir. Entre los factores que se interponen en la formación del idiolecto escrito cabe resaltar el efecto de la lengua hablada, el de la lectura y el de la enseñanza escolar.

Para algunos autores (Kroll, 1981; Garton y Pratt, 1989; Kress, 1994), el aprendizaje de la escritura es un proceso de transición de la lengua oral a la lengua escrita que transcurre en el hablante en distintas fases. A grandes rasgos, estas fases comprenden el período desde los pasos iniciales en la lengua escrita, cuando se aprenden los aspectos puramente físicos y gradualmente se empiezan a producir los primeros textos que copian la estructura de la lengua hablada, hasta llegar al nivel de competencia en que se singularizan los dos modos, oral y escrito, con su particular forma de organización sintáctica. La última fase de la transición, en la que se puede hablar de una madurez gramatical en la expresión tanto oral como escrita, suele ser alcanzada por una minoría de escritores. Según un estudio realizado sobre la lengua inglesa por Kantor y Rubin (1981), en muchas personas que finalizan sus estudios secundarios la diferenciación entre habla y escritura no se completa del todo y sus escritos pueden contener locuciones y construcciones características de su modo de hablar. Esto puede ocurrir incluso cuando se trata de individuos que han avanzado más en su formación como escritores, si se encuentran en estado emocional de alteración o en circunstancias similares.

Al mismo tiempo, la escritura está afectada por otro factor. Se trata del factor de la lectura. Perera (1986: 516) señala que el individuo aprende la gramática característica de la lengua escrita por medio de la lectura, y no del habla, ya que las personas que escriben mejor suelen ser las que confirman leer más (Stotsky, 1983). Las lecturas obligatorias en la época de estudio y las de pasatiempos que entretienen el individuo en las etapas tempranas del aprendizaje y a lo largo de su vida influyen en su escritura. Tampoco es de menospreciar el efecto de la educación escolar, que modifica el idiolecto escrito a resultas del empeño de los profesores de inculcar la escritura correcta por medio de estrictas reglas de redacción.

Según el estudio de Gundlach (1981) realizado sobre el tema, a lo largo del proceso de adquisición de la escritura, bajo el efecto de los factores que hemos destacado, el individuo desarrolla ciertas preferencias a determinadas estructuras oracionales y construcciones de su lexicón sintáctico y, en consecuencia, tiende a incurrir en su uso con frecuencia y de modo idiosincrásico. Esta tendencia se contempla también a nivel léxico en el empleo de algunas palabras y formas verbales del vocabulario del individuo.

De todo lo comentado en cuanto a la idiosincrasia de las producciones lingüísticas, vista desde la perspectiva teórica de los estudios de adquisición de primeras lenguas, concluimos que el proceso de aprendizaje es un proceso de individualización. Es así tanto en lo que se refiere al habla como a la escritura, ya que en el desarrollo de ambas habilidades lingüísticas influyen diversos factores que condicionan el hecho de que cada individuo alcance distintos grados de madurez en sus escritos o en su expresión oral y que emplee habla y escritura en un modo particular e idiosincrásico.

 

3. La unicidad y la idiosincrasia lingüística desde la perspectiva de los modelos de producción lingüística

La idiosincrasia de las producciones lingüísticas de un individuo puede explicarse también con los modelos teóricos de la psicolingüística (Garett, 1975; Bock, 1982; Levelt, 1993; Bock y Levelt, 1994). Elaborados a partir del análisis de datos sobre errores del habla, estos modelos ofrecen diferentes descripciones del procesamiento psicolingüístico que tiene lugar en la transformación de una idea conceptual en enunciado, pero todos ellos coinciden en distinguir entre dos estadios distintos en los que transcurre su codificación gramatical.

La codificación gramatical, según la definen Hartsuiker et al. (1999: 129), consiste en traducir la representación conceptual del enunciado que está por producirse en una secuencia bien organizada y jerárquicamente estructurada de constituyentes. En el primer estadio, conocido como estadio funcional, se recuperan los elementos léxicos y se les asigna su categoría sintáctica y, en el segundo, a partir de la información recabada en el primer estadio, se formula la estructura de la oración. Durante el proceso en que transcurren estos dos estadios, el hablante debe elegir entre diferentes unidades léxicas y estructuras sintácticas y entre las distintas variantes de orden oracional que permite la lengua y que están almacenadas en su lexicón.

Según Halliday (1985), las idiosincrasias en la actividad lingüística del usuario se relacionan con esta opcionalidad de realización lingüística de una idea o mensaje. Por tanto, la producción de enunciados está ligada a la constante selección de elementos oracionales entre diversas opciones pragmáticamente sinónimas del inventario lingüístico del usuario de la lengua. Por un lado, cuando la situación comunicativa, es decir, el momento concreto de formulación del código emitido, rige la elección, el individuo tiende a concurrir en las mismas opciones. Por otro lado, el carácter idiosincrásico de las construcciones y estructuras sintácticas, de interés en este artículo, se puede explicar a partir del fenómeno de la facilitación sintáctica [syntactic priming], también llamado persistencia sintáctica [syntactic persistence]. Este fenómeno es propio tanto de la producción oral como de la escrita y se manifiesta en la tendencia a recurrir al uso de la misma estructura en frases consecutivas.

Los estudios de Bock (1986) y Bock y Loebell (1990) indican que la persistencia sintáctica no se debe a la repetición del mismo léxico o de la correspondencia temática entre la frase facilitada y la frase diana, sino a la estructura misma de la frase que ha sido producida con anterioridad. La reiteración de una estructura puede estar asociada a la realización cognitiva de las reglas sintácticas por medio de procesos sintácticos que se activan en la codificación gramatical. Una vez activado este proceso, en la formulación de una frase su efecto puede persistir y así aumentar la posibilidad de repetir la misma estructura en la producción de frases consecutivas (Bock, 1986; Hartsuiker, 1999). Dado que cada proceso corresponde a una de las varias opciones posibles dentro de la lengua para transformar un mensaje en una estructura sintáctica, el proceso se mantendrá activo, —es decir, el individuo continuará empleando la misma estructura—, en todos los casos en que esta sea aceptable, y sin que intercalar estructuras de otro tipo influya en la persistencia lingüística [4], hasta que use una estructura alternativa (Branigan et al., 1999).

La relevancia de este fenómeno psicolingüístico en atribución de autoría radica en el hecho de que argumenta la hipótesis según la cual en la producción lingüística se puede dar el uso frecuente y marcado de determinadas unidades y estructuras sintácticos.

 

De todo lo expuesto, podemos concluir que los conceptos e ideas que proponen las teorías lingüísticas de la variación, la adquisición del lenguaje y la psicolingüística son aplicables en lingüística forense, más concretamente, en la atribución forense de autoría de cara a la justificación teórica de la idiosincrasia lingüística y la explotación de estructuras sintácticas en el análisis lingüístico forense de textos escritos. En primer lugar, la teoría de la variación lingüística, que postula la existencia del idiolecto; en segundo lugar, las teorías innatista y sociocultural, que sugieren que el proceso de adquisición de la lengua es un proceso de individualización lingüística y, por último, los modelos teóricos de la psicolingüística, que prueban la reiteración de estructuras lingüísticas en el habla y en la escritura de los individuos. La interpretación expuesta de dichas teorías objetiva y hace factible la tarea de detección de rasgos idiosincrásicos de carácter sintáctico en textos escritos. Sin embargo, esta es solo la primera etapa en una investigación en el campo de la comparación lingüística forense para los fines de la atribución de autoría. La etapa siguiente y crucial sería la evaluación de estos rasgos como marcas de autoría.

 

 

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[1] Para una introducción al mismo tema en fonética forense, véase Cicres (2007).

[2] La traduccion de inglés es mía – MS.

[3] Recordemos del capítulo 1.1 que la teoría generativista defiende la existencia de una gramática universal que contiene una serie de principios y parámetros válidos para todas las lenguas. Cada principio está asociado con un conjunto de valores que marcan los límites dentro de los cuales la gramática puede variar con respecto a dicho principio.

[4] La persistencia sintáctica puede perdurar en la producción lingüística del hablante o el escritor incluso cuando se da la aparición de estructuras de otro tipo entre la frase facilitada y la frase diana, según demuestra el estudio de Bock y Griffin (2000).

 

 


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