Нов Български Университет

Департамент Чужди езици
Годишник 2011
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CUATRO NOVELAS DE AMOR (1980-1985)
Ani Levi

Four Novels of Love (1980-1985)

 

The paper investigates four Spanish American novels exploring the topic of love and published between 1980 and 1985. Before the actual analysis of the works, emphasis is laid on the significance of their appearance almost immediately after a whole decade ‘dedicated’ to ever-topical issue of the Latin American dictator. The immortal theme of love is present here as a counterpoint, and the four novels studied are: Blood of Requited Love by the Argentine writer Manuel Puig; Love in the Time of Cholera by Colombian Nobel laureate Gabriel Garcia Marquez; Love in the Shade and in the Sun by Cuban author Manuel Cofino Lopez; and Of Love and Shadows by Chilean writer Isabel Allende. The novels are analysed not chronologically but in ascending order: Blood of Requited Love – love which has failed; Love in the Time of Cholera – love which has become the solitude of two souls, or happiness achieved; Love in the Shade and in the Sun – love as a source of new life; and Of Love and Shadows – love in its entirety, an inspirational and elevating force.

Четири романа за любовта

Статията разглежда четири романа в испаноамериканската литература, посветени на темата за любовта, излезли в периода 1980-1985 г. Преди да се пристъпи към анализ на произведенията, се посочва голямото значение на тяхното появяване на литературния небосклон почти непосредствено след едно десетилетие, „посветено” на една от най-актуалните теми – темата за латиноамериканския диктатор.  Любовта, вечната тема, се явява тук като контрапункт. Романите, обект на статията, са „Кръв от споделена любов” на аржентинския писател Мануел Пуиг, „Любов по време на холера” на колумбиеца и Нобелов лауреат Габриел Гарсия Маркес, „Любов на сянка и слънце” на кубинеца Мануел Кофиньо Лопес и „За любовта и сянката” на чилийката Исабел Алиенде. Романите са анализирани не хронологично,  а във възходяща градация:  „Кръв от споделена любов” –  провалената любов; „Любов по време на холера” – любовта, превърната в самота за двама, постигнато щастие; „Любов на сянка и слънце” – любовта, даваща нов живот; „За любовта и сянката” – любовта в цялост, извисяваща и въздигаща.

Introducción

Después del descubrimiento de América, acontecimiento que con mayor rigor deberíamos llamar momento de encuentro de las culturas europea y de los pueblos indígenas, las naciones americanas han tenido, a raíz de los largos años de la Colonia, problemas sociales, políticos, económicos iguales o similares y estos problemas en las distintas etapas del desarrollo histórico han ido ora coincidiendo, ora se han sucedido en los diferentes países. Esta circunstancia que ha llegado a convertirse en característica, ha dejado impreso en las literaturas de los pueblos un sello específico y ello constituye la razón del surgimiento de lo que comúnmente la historia literaria ha llamado “literatura latinoamericana”, o “hispanoamericana” refiriéndose a los países hispanohablantes, término, que sin restar de  manera alguna los méritos a cada una de las literaturas nacionales, las abarca a todas. Claro está que las literaturas nacionales latinoamericanas tienen sus peculiaridades que provienen de los rasgos específicos de cada país. Sin embargo, los parecidos son numerosos y aquí cabe recordar que en un período histórico relativamente breve se desarrollan y triunfan las luchas emancipadoras del mayor número de pueblos latinoamericanos (con excepción de Cuba y Filipinas, que logran su liberación mucho más tarde), y ello ha conllevado un desarrollo histórico-social, económico y político parejo ya a partir del siglo 19.

Hago referencia a todo esto, harto conocido, pero en ello se basan ciertas constantes temáticas que aparecen en las literaturas de Hispanoamérica y además simultáneamente, y que se deben precisamente a las similitudes en los quehaceres  de la naciones del continente.

Sin ir más lejos, baste mencionar los temas de la tierra, el indígena, el esclavista y tal vez el más recurrente, el antidictatorial. En este último ha habido períodos cual más cual menos fructíferos que en otros. Para poner un ejemplo: en la década del 70 al 80 del siglo veinte, época de auge del tema, se han escrito más de 30 novelas “antidictatoriales” (sin hablar de otros géneros).

En el presente trabajo pretendo referirme a otra constante temática eterna, no solo en la literatura hispanoamericana sino en la universal, el tema del amor que siempre ha gozado de gran afición en el seno del público lector y lógicamente ha suscitado el interés de los escritores también. En el lustro del 80 al 85 del siglo veinte en América Latina se han publicado varias novelas que de una manera más expresa se han dedicado al tema, hasta tal punto que el término “amor” aparece en los títulos mismos. Algunas de estas obras precisamente son objeto de este estudio.

El tema es el área predilecta y el coto privilegiado de la literatura “rosa”. Sin embargo, en el presente trabajo no me refiero a tales textos. Por el contrario, he elegido títulos de escritores hispanoamericanos de renombre, obras significativas y de gran impacto por sus calidades literarias y por la fuerza de sus mensajes.

Son:

Amor a sombra y sol (1981) de Manuel Cofiño López (Cuba);

Sangre de amor correspondido (1982) de Manuel Puig (Argentina);

    De amor y de sombra (1984) de Isabel Allende (Chile);

El amor en los tiempos del cólera (1985) de Gabriel García Márquez (Colombia).[1]

He ordenado las novelas cronológicamente, según sus sendas fechas de publicación. Sin embargo, no serán estudiadas siguiendo el mismo orden. ¿Cuál es la razón?

La elección del tema no es arbitraria. En un principio tuvo motivos psicológicos a los que luego, en el transcurso del trabajo, se fueron añadiendo matices nuevos y como me pareció ver, relacionados sin embargo con el problema sobre el que he trabajado decenas de años: el tema antidictatorial.

En un comienzo busqué en el tema del amor un escape de la atmósfera agobiante y deprimente que reina en muchas de las novelas “antidictatoriales”. Luego la visión se fue ensanchando. ¿Por qué? El tema antidictatorial es el reflejo en la literatura de la forma institucionalizada y acuciante de un problema tan típico para América Latina a partir de la Independencia y hasta casi finales del siglo veinte: la violencia. Y el resultado inmediato de la violencia es muchas veces la soledad, otro problema inmanente a la realidad latinoamericana y también tratado ampliamente en la literatura.

La violencia ha llegado a convertirse en norma en la sociedad de muchos países latinoamericanos. De ahí que también la soledad haya adquirido el rango de estado normal, lógico del ser humano. Si “la violencia lo escoge a uno desde que nace” (Dorfman 1970: 14), también la soledad lo escogería si no encuentra un camino de escape.

En 1967, con “Cien años de soledad” Gabriel García Márquez sacó a relucir el tema ya en el título mismo de su novela, después de haberlo tratado en otras obras, y a señalar la solidaridad humana como el contrario de la soledad y la vía por la que el hombre podría encontrar un refugio de la soledad.

El amor humano, y concretamente el amor entre el hombre y la mujer, en tanto sentimiento generoso y abnegado en su esencia más íntima, es una de las modalidades de solidaridad humana y una de fórmulas de amparo contra la soledad.

En este sentido he creído ver en las cuatro novelas mencionadas un denominador común: cómo se relaciona el amor con la moral reinante en la sociedad, con sus normas vigentes, y de ahí, cómo este amor logra realizarse, cómo repercute en las características de los protagonistas y viceversa: cómo el tipo de carácter del ser humano se refleja en su modo de amar.

Partiendo de estos propósitos, trataré de presentar no un estudio íntegro, sino los planteamientos, “a vuelo de pájaro”, de un análisis basado en esas cuatro obras. Espero poder exponer, o por lo menos señalar aquellas peculiaridades que en el cotejo sobresale en una o en otra.

El parangón entre las novelas no se hará en un estudio comparado puesto que el objetivo del artículo no es equipararlas en su forma literaria. Los textos se abarcan por separado, en consonancia con el hincapié hecho en el “tipo” de amor que predomina en cada una de ellas.

De acuerdo con los propósitos he procedido al siguiente orden de examen de las novelas:

Sangre de amor correspondido;

El amor en los tiempos del cólera;

Amor a sombra y sol;

De amor y de sombra.

Sangre de amor correspondido: el amor frustrado

 

Al igual que todos los títulos de Manuel Puig, este también tiene el mérito de saber y lograr despertar de inmediato el interés del lector. Esta obra es quizás de tono más amargo que las demás. Vuelve aquí el escritor a su manera narrativa que le distingue de modo específico. Y también a su tema predilecto, la cultura de masas y su incidencia en el individuo, tema esta vez enfocado por el prisma aglutinador del amor.

Sobre el nítido y vasto fondo de Río, revive toda una historia de amor adolescente —tempestad de precoces pasiones procaces— en una remota localidad del Brasil campesino. En un presente áspero, desolado y desnudo, se inscribe un pasado perdido, una edad irremediable y áurea, la estación del deseo destructor que corroe e inflama cuerpo y mente. Pero, al hilo del relato, se abren fisuras, interrogaciones, resquicios súbitos, espacios encendidos: algo no encaja, algo, desasosegadoramente, vulnera el tiempo del idilio, quebranta el resplandor arcádico de la estampa.                   (http://sololiteratura.com/puig/puigobras.htm)

El sentimiento amoroso en Sangre de amor correspondido está presentado como una obsesión para el protagonista, Josemar, joven obrero, acosado por múltiples problemas. Las vivencias actuales de Josemar contrastan bruscamente con la edad dorada del amor, la pasión y el deseo  enfermizo:

Carajo, el problema del trabajo, por un lado y encima la enfermedad de la madre, está bien jodido. Ahí no tiene tiempo, no tiene manera, no le da el tiempo para olvidarse y dedicar algún rato al sexo ¿está claro? un tipo para gozar de la parte sexual tiene que olvidarse de todo ¿no? Decir así: no se le debe dinero a nadie y no hay problema con nadie.            (Puig 1982: 101)

En la novela Manuel Puig nos hace testigos de las distintas versiones del protagonista sobre sus diferentes amores. A través de este hilo conductor el escritor hace un intento de abarcar todas las inquietudes de una parte considerable de la juventud latinoamericana. El relato es una “celebración del hedonismo inseguro y febril de la adolescencia”[2]. Pero el saldo es agobiante. Más que anhelos realizados vemos frustraciones. De ahí la indiferencia, la alienación, la crueldad: el cierre de todo horizonte espiritual posible. El mundo de Josemar lo forman el fútbol, los bares, el billar y la música “moderna”, de cuyos textos se nutre su lenguaje.

El resultado es la plena distorsión de su sistema de valores manipulado por los medios de comunicación, y también los múltiples complejos del protagonista:

- en el terreno del amor, como macho:

… si no era con la una, era con la otra, y también tenía otras, le brotaban siempre las mujeres, entonces aquello era lo siguiente: parecía que él era el sheriff, lleno de oro en el banco del pueblo, pero no era así, es que las mujeres se le venían encima.                                                      (Ibid: 101-102)

… se iban a encontrar las tres, la Gloria, la Azucena y una maestra que también daba aquello. Y la amiga de la Gloria, que no se cuenta, cuatro mujeres en busca de él, en aquel pueblo chico.                                                                        (Ibid: 103)

- como futbolista:

En ese partido hizo unos cinco goles. Los únicos cinco goles del partido los hizo él.                       (Ibid: 18)

 ...él hizo cuantos goles se le antojaron en aquel partido, lástima que no se acuerda más cuántos fueron, pero hizo un montón, jugó fuera de serie…                       (Ibid: 129)

   - como forzudo:

... se oía decir muy bajito, ’Ese muchacho es fuera de serie, carajo, peleó con todo el mundo y le dio a todo el mundo, vino a la corrida, le dio una paliza a todos y ahora se va tranquilo’.                                                                               (Ibid: 85)

De hecho lo que hace en sus pensamientos Josemar es envilecer en todo  momento su sentimiento del amor hasta enlodarlo y convertirlo en un juego morboso de los deseos carnales.

Manuel Puig se mantiene durante todo el relato al margen de la narración. Josemar principalmente, y otros protagonistas, nos comunican directamente sus impresiones, raras veces ideas o reflexiones. Mediante esta técnica el escritor queda libre de emitir juicio alguno sobre sus personajes. Pero también en esta novela “carente de toda intención poética” (Quiñones 1983: 194) o tal vez precisamente por ello, se vislumbra la decepción del autor y su amargura, que trata (lográndolo muchas veces) de infundir a sus lectores a través del lenguaje del protagonista, ora salpicado de clichés y muletillas (“fuera de serie”, “sin lugar a bromas”, “¿está claro?”, “ese tipo de cosas”), ora grosero, insultante, lleno de palabrotas. Tal actitud deja, sin lugar a dudas, la posibilidad de opción al lector, que puede aceptar o rechazar, compadecerse o abominar, llorar o reír, pero de ninguna manera puede ver en este “amor” el rescate de la soledad. Porque al final como resaca amarga queda el contraste entre el título “Sangre de amor correspondido” y el contenido: “amor no correspondido”, no correspondido en primer lugar en el fuero interno del muchacho mismo.

Sangre de amor correspondido es tal vez la obra más ambiciosa y más compleja de Manuel Puig. En ella se combinan y entremezclan muchos aspectos no trabajados antes por el escritor. Además, la superposición de planos del relato y el centrar la acción en la psiquis del protagonista mantienen viva y alerta la atención del lector, que puede aceptar o no, aprobar o no el modo de pensar del joven, pero no puede quedar indiferente. Puig mantiene nuestra mente despierta y nos hace copartícipes, independientemente de la actitud que asumamos, en el transcurrir del cuento. La obra encierra una nostalgia por la adolescencia ida y quizás no vivida, una rebelión contra la presión de los adultos en el joven.

Lo real y lo ficticio, impugnándose y —secretamente— complementándose, reconstruyen, en Sangre de amor correspondido, un cuadro a la vez conmovedor y cruel de la soledad humana y el impulso amoroso desde el cercado capsular de la conciencia. (http://sololiteratura.com/puig/puigobras.htm)

   Al final de la lectura en el alma del lector queda una resaca de desacuerdo, o de compasión, o de simpatía-antipatía, o quizás de rebeldía por estos amores, más bien  por este Amor con mayúscula, que pudo haber sido, pero que no fue.

El amor en los tiempos del cólera: el amor convertido en soledad de dos y felicidad definitiva

        Después de varias obras en las que ha estado recreando la soledad del hombre en sus distintas facetas y demostrando la solidaridad como  alternativa, en esta última novela Gabriel García Márquez presenta la “soledad de dos” navegando “toda la vida” bajo la bandera amarilla.

Entre las cuatro esta es la novela íntegramente dedicada al amor aunque a primera vista parece que  está centrada en el triángulo amoroso entre los tres protagonistas: Fermina Daza, el dr. Juvenal Urbino, su esposo, y Florentino Ariza. Es si se quiere, un estudio sobre el amor, tan rico en ideas y facetas que no sería posible agotarlas en unas líneas. Hay aquí amor fantasía, amor ideal, amor carnal, amor posible, amor imposible, amor compartido, amor no compartido, amor feliz, amor desesperado, amor abnegación, amor fugaz, amor eterno, amor tortura, amor perverso, amor en la adolescencia, amor en la juventud, amor en la edad madura, amor en la vejez, amor entre personas de distintas edades, de diversas capas sociales, de diferentes normas sociales y sistemas de valores, amor único, amor conyugal, amor adúltero, amor secreto, etc., etc.

Sin embargo, como todas las obras de García Márquez, es también “un estudio sobre el paso del tiempo que destruye y reconstruye almas y ciudades, sobre la memoria y sus infinitos laberintos”.[3]

En este libro admirable, maravilloso, estupendo Gabriel García Márquez ha logrado a través de una prosa brillante exponer toda la filosofía y psicología del sentimiento amoroso.

La historia serpentea y fluye, rítmica y pausada, y prosa abajo va narrando a través de más de sesenta años la vida de los personajes principales, Fermina Daza, Florentino Ariza y el doctor Juvenal Urbino de la Calle. Y poco a poco, este escenario y estos personajes, como una mezcla tropical de plantas y arcillas que la mano del autor modela y fantasea, van desembocando en los terrenos del mito y la leyenda, acercándose a un oscilante y tenue final feliz. [4]

Intentaré dar una visión breve de algunos de estos enfoques sobre el amor en la novela.

El amor y el cólera.

Es el tema central subrayado en el título. No “un amor”, sino “el amor”.    Y el cólera, con una connotación mucho más amplia que el término médico supone. (Algunos quisieron ver en este vínculo entre el amor y el cólera, con la connotación social de este, una visión pesimista sobre América Latina que había presentado García Márquez en este Caribe no deslumbrante como en su obra anterior, sino indigente. Tal idea me parece por lo menos discutible.) El amor como cólera: “... los síntomas del amor son los mismos del cólera” (García Márquez 1985: 98); “De lo único que mi hijo ha estado enfermo /dice la madre de Florentino Ariza - A.L./ es del cólera.” (Ibid: 320).  Y el cólera, como atraso y violencia en todos los sentidos : “... el siglo XIX cambia para todo el mundo, menos para nosotros” (Ibid: 330); “... debe ser una modalidad muy especial del cólera /.../ porque cada muerto tiene su tiro de gracia en la nuca” (Ibid: 331); ”Voy a cumplir cien años /.../ pero todavía no he visto cambiar nada en este país /.../ Aquí se hacen nuevas constituciones, nuevas leyes, nuevas guerras cada tres meses, pero seguimos en la Colonia” (Ibid: 388).

Los amores concretos.

Tres parejas en la novela merecen una atención particular. Son: Florentino Ariza y Fermina Daza; el doctor Juvenal Urbino y Fermina Daza; Jeremiah de Saint-Amour y su amante. A partir de sus amores García Márquez nos conduce a ideas universales sobre el amor y la vida, el amor y la felicidad, el amor y la vejez, el amor y la muerte, etc.

El amor entre Florentino Ariza y Fermina Daza ocupa argumentalmente el eje de la novela porque toda la acción de esta gira en torno a él. Gabriel García Márquez conduce la narración hasta la culminación feliz de este amor y la unión de los dos protagonistas en edad avanzada, cuando, en las palabras de la cincuentona hija de Fermina Daza, “el amor es ridículo a nuestra edad /.../ pero a la edad de ellos es un cochinada.” (Ibid: 467) (He aquí la síntesis de la reacción de la sociedad frente al amor de los protagonistas.) Ello condiciona la ansiedad de Fermina Daza: “prefería morir antes que ser descubierta por los suyos en un viaje de placer, transcurrido tan poco tiempo desde la muerte del esposo” (Ibid: 494) y de allí la decisión final de Florentino Ariza de alejarse con ella de todo juicio ajeno posible. La verdad sobre este amor nos la descubren las palabras de Fermina Daza: “Hace un siglo me cagaron la vida con ese pobre hombre porque éramos demasiado jóvenes, y ahora nos lo quieren repetir porque somos demasiado viejos.” (Ibid: 468)

El amor entre Fermina Daza y su esposo, el dr. Juvenal Urbino, es el típico caso del amor conyugal, con sus adversidades, sus mareas altas y bajas, y al final, su remanso:

Acababan de celebrar las bodas de oro matrimoniales, y no sabían vivir ni un instante el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y lo sabían cada vez menos a medida que se recrudecía la vejez. Ni él ni ella podían decir si esa servidumbre recíproca se fundaba en el amor o en la comodidad, pero nunca se lo habían preguntado con la mano en el corazón, porque ambos preferían desde siempre ignorar la respuesta.                                                                                                          (Ibid: 48)

La tercera pareja. Es el caso de los amores secretos de Jeremíah de Saint-Amour y una mujer, cuyo nombre no conocemos sino mucho más tarde, años después del suicidio de su amante y fuera de cualquier conexión con él. Hay en este hecho una doble significación: por un lado, el anonimato como si subrayara la completa abnegación de esta mujer que “lo había acompañado durante casi veinte años con una devoción y una ternura sumisa que se parecían demasiado al amor” (Ibid: 29) y que no vaciló un instante en ayudarlo a consumar el suicidio, lo cual, según Fermina Daza, constituyó “una desgarradora prueba de amor” (Ibid: 57); por otro, conocemos su nombre justo en relación con Florentino Ariza, el enamorado eterno. Ha habido comentarios de que toda la historia de Jeremiah de Saint-Amour no añade nada a la obra. Lejos de compartir tal opinión quisiera aprovecharla para hacer hincapié en este personaje que a mi juicio tiene extraordinario peso en la novela con su firmeza en el amor. Su suicidio era, en palabras del dr. Urbino, “el primero con cianuro que no había sido causado por infortunio de amores.” (Ibid: 16)

       

        Podríamos objetarle al doctor que Jeremiah de Saint-Amour se suicidó precisamente por amor, por amor al amor, (no es casual que este personaje lleve el “amor” en su apellido, hecho al que Roberto Fernández Retamar llamó la atención. (Retamar 1986: 192)[5], por amor a la vida: “... amaba la vida con una pasión sin sentido, amaba el mar y el amor” (García Márquez. Op.cit: 31-32), pero la vida, el amor en plenitud- esta es la quintaesencia- y por temor a no poder ver realizado ese amor en la vejez decidió poner fin a sus días. Este tema del amor en plenitud lo apunta Gabriel García Márquez en las primeras páginas para luego desarrollarlo en las últimas, en su variante adversa, de amor realizado en la vejez. Cabe la pregunta de ¿quién había tenido más razón? ¿El que esperó “cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días” (Ibid: 85) o el que decidió no llegar a viejo? Creo que las posibles respuestas se referirían no tanto al hecho mismo del suicidio (nada menos distante, a mi juicio, de la idea de Gabriel García Márquez en la novela) sino más bien al aspecto filosófico del problema.

Los personajes.

Hay algo curioso en esta novela. Y es que el protagonista masculino, Florentino Ariza, resulta ser un personaje que a medida que avanza la acción, retrocede en nuestra apreciación. Parece ser que con el desarrollo del argumento este hombre estuviera perdiendo la simpatía del lector. Y no porque haya ido perdiendo su constancia en el amor por Fermina Daza, su paciencia proverbial: “...estaba resuelto a esperar sin prisas ni arrebatos, así fuera hasta el fin de los siglos” (Ibid: 243); no porque no fuera al máximo objetivo para con su rival, ya que trató de serlo: “... no pudo resistir la punzada de dolor de que aquel hombre admirable tuviera que morirse para que él fuera feliz” (Ibid: 281); ni tampoco por amargura de la espera porque en ningún momento se le vio amargado o afligido: “...ese temple /…/ le venía /.../ de una ambición de amor que ninguna contrariedad de este mundo ni del otro lograría quebrantar” (Ibid: 246). Pero en esos amores que va despertando en las mujeres y en la pasión que va sembrando llega un momento en el que ya no tenemos delante al Florentino tímido, sino al sátiro insaciable que en su sed de vida no vacila en entablar contactos carnales con la muchacha confiada a su tutela. Me parece que es en este momento cuando Florentino Ariza se derrumba en nuestra estimación y en nuestra simpatía. A mí personalmente lo que me molestó en esta relación es su trasfondo moral. Es completamente comprensible desde el punto de vista afectivo, más, es un toque importante en el tratamiento del tema amoroso, pero de ninguna manera en su connotación moral y si se quiere social.

Del dr. Juvenal Urbino podríamos decir tal vez lo contrario que de Florentino Ariza. Del intruso que se roba a la amada de Florentino, él paulatinamente se convierte en un hombre respetable, reposado y marido modelo que puede despertar si no nuestra admiración, sí un aprecio incondicional.

Florentino Ariza y el dr. Juvenal Urbino se han alejado mucho en direcciones contrarias de los dos protagonistas a quienes en un principio Gabriel García Márquez caracteriza con los mismos términos en la actitud de las mujeres, como contrapunto a los diferentes aspectos de ambos:

De Florentino:

A pesar de su aire desmirriado, de su retraimiento y de su vestimenta sombría, las muchachas de su grupo hacían rifas secretas para jugar a quedarse con él, y él jugaba a quedarse con ellas, hasta el día en que conoció a Fermina Daza y se le acabó la inocencia.                                                        (Ibid: 87)

Y del dr. Juvenal Urbino:

Seducidas por sus gracias personales y por la certidumbre de su fortuna familiar, las muchachas de su medio hacían rifas secretas para jugar a quedarse con él, y él jugaba también a quedarse con ellas, pero logró mantenerse en estado de gracia, intacto y tentador, hasta que sucumbió sin resistencia a los encantos plebeyos de Fermina Daza.                        (Ibid: 159)

        En estos dos textos se insinúa la diferencia de clase de los dos protagonistas, que en el terreno moral habrán de recorrer el camino opuesto: el portador de la moral parisina se convertirá en el burgués por excelencia, y el hombre criado en la moral conservadora del Caribe llegará a infringir sus normas desafiándolas de la manera más audaz, provocadora y ostentosa.

Dice el tío de Florentino Ariza que “los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos.” (Ibid: 244) Y si no todas las veces que Florentino Ariza se tuvo que parir a sí mismo lo hizo con igual suerte y acierto, la vez que se parió para Fermina Daza, lo logró de manera excelente porque lo realizó convencido de que era “el amor /.../ un estado de gracia, que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo” (Ibid: 425).

Fermina Daza es, por su parte, como todos los personajes femeninos de Gabriel García Márquez, impresionante, impactante e inolvidable. “Aprendió” a querer a su esposo y a ser feliz a su lado, pero le fue dado descubrir apenas en la vejez, cuando “tenía setenta y dos años y había perdido ya la andadura de venada” (Ibid: 40) que el amor era una cosa muy distinta al amor domesticado del matrimonio. Había sido testigo de muchos amores, entre ellos el de su prima Hildebranda que “tenía una concepción universal del amor, y pensaba que cualquier cosa que le pasara a uno afectaba a todos los amores del mundo entero” (Ibid: 193) y cuyas ideas habían de marcarla para toda la vida. Tal vez en esos tiempos remotos de la juventud habría que buscar la explicación de la “tranquilidad” y del carácter moderado de Fermina Daza y también la falta de remordimientos por haber desacatado las normas morales en que fuera educada al unirse a Florentino Ariza. Apenas al final le es dado comprender que “el amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte” (Ibid: 499).

Gabriel García Márquez no “juzga” la actitud de sus protagonistas. Trata de mantenerse imparcial en el relato de los hechos exponiendo ideas a través de estos. El final del libro deja la posibilidad de distintas apreciaciones y reacciones por parte del lector: de alegría, de aplauso, de aprobación, de lástima, de esperanza, de desacuerdo  y hasta de condena... El mismo escritor parece estar dispuesto a sumarse tanto al que “vería en la novela ’un himno del amor triunfante’, como del que quedaría impactado por el sentimiento de la precariedad de ese triunfo...” (Kuteishikova 1986: 38). Sin embargo, las palabras del capitán del barco merecen en este sentido una reflexión más esmerada, porque quizás encierren la filosofía de la obra:

 El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.               (García Márquez 1985: 503)

Amor a sombra y sol: el amor que da nueva vida

En esta novela Manuel Cofiño López continúa en sus constantes temáticas: el amor, los cambios en la sociedad, la mujer. Y continúa una tendencia subrayada de su obra: no solo señalar el problema de la elección del camino a seguir, sino también el proceso que lleva a esta elección, siempre dentro de los temas concretos y predilectos: las transformaciones que sobrevienen en la conciencia del hombre y en su sistema de valores a raíz de los cambios que se operan en la vida y en la sociedad. Esta vez afincado en el amor, como otras veces con el acento en otras facetas de la vida.

          

Según Cofiño

No hay literatura inocente. Se hace literatura por amor, por odio, por una mujer, por una idea, por una injusticia, por una esperanza, para elogiar o para criticar, pero creo que nunca se ha hecho literatura aislada, pura, desligada.[6]

Todo el camino que ha de recorrer la protagonista de la novela, determina en forma concreta su amor y a través del prisma de este ella podrá abrir los ojos para lo que sucede en su patria.

        Esta es otra vez una novela himno a la Revolución, que recalca en dos aspectos fundamentales de la obra de Manuel Cofiño López: por un lado, que es en los momentos cruciales de la historia de una nación, cuando todas las fuerzas se movilizan, cuando se ve la verdadera esencia del hombre; y por otro, que la revolución no es la violencia ante todo, por inevitable que esta sea, sino en primer lugar la fe en el hombre, el amor por el hombre, la confianza en la capacidad del hombre de transformar la sociedad y de transformarse a sí mismo en el proceso de esta transformación. Este último es un leitmotiv de suma importancia.

Aquí sobresale además otra idea permanente de Cofiño: el amor visto como un movimiento vital eterno, como esencia de la vida del hombre.

La literatura /…/ no puede dejar de pagar tributo a ese gigante de los sentimientos que es el amor. El amor nos da la vida, nos alienta a vivir, a luchar, a ser mejores, a hacer posible lo imposible, a vencer. El que ama funda, se afirma y crece, /…/ El amor siempre tiene justificación. /…/ El amor humaniza. Un ser humano sin amor ya no es tan humano.[7]

                   

El amor de Marcos es el amor que ennoblece al ser amado. Un amor tolerante en el sentido más generoso del término, un amor que no intenta imponerse, un amor comprensivo. Un amor exigente solo en lo sustancial, en lo que atañe los principios y allí sí es intransigente:

 ... si quieres continuar, no puedes aceptarle más dinero /al padre - A.L./, ni permitir que Tomasa te haga las cosas. Las haces tú y nos arreglaremos con lo que gano. /.../ a veces uno vale más por lo que rechaza que por lo que acepta.     

(Cofiño López 1981: 82)

Mira, Magda, te has aislado. /.../ Además, me parece que siempre has esperado de  la vida más de lo que puede dar. Trata de dar más de lo que esperas.                      (Ibid: 161)

De un estado de desesperación absoluta por sentirse desarraigada e inútil (Todo le parece irreal. /.../ Qué penoso resulta andar entre la gente y simular que no estamos perdidos.  /Ibid: 12/; ... sus pies desnudos sirven para ir a ninguna parte. Van y vienen de ningún lugar. /Ibid: 13/, gracias al amor de Marcos y con su ayuda, Magda llega paulatinamente a la decisión de incorporarse a los constructores de la sociedad nueva en su patria.

Marcos la saca de la soledad en la que está sumida y por eso la joven siente la necesidad de tenerlo constantemente a su lado, no puede entender su abnegación por el trabajo, menos aún la necesidad de esta abnegación. Poco a poco, en un proceso de toma de conciencia muy lento y muy difícil: lento por la formación de Magda en ideas opuestas a las de que Marcos es portador; y difícil porque el amor de Marcos tiene que enfrentarse a un enemigo ensañado, Rodrigo, el padre de Magda, quien ve en Marcos el símbolo de la nueva vida y por ello tanto más odioso para él, Magda empieza primero a tolerar las largas ausencias de Marcos, luego a comprenderlas y por fin a desear de alguna manera integrarse al proceso de transformación del país.

Magda preparándose para un examen nada menos que de filosofía marxista. Magda preocupada por el destino de Lidia, herida gravemente en un accidente de trabajo. Magda mostrando un vivo interés por los problemas de Marcos en la fábrica. Magda abandonando con decepción definitiva y hasta con asco la casa paterna. Son solo unos de los hitos que marcan el camino que hubo de transitar la conciencia de esta muchacha bajo la influencia de la vida circundante que a través del amor de Marcos entró a formar parte de la suya propia y la salvó de la soledad y de la desesperación que la llevaban a pensar en el suicidio: “Me parece que estoy de más en la vida. No me he matado por soy cobarde.” (Ibid: 36)

Cuando se piensa en el personaje de Magda, llega a la memoria el recuerdo de Nati de La última mujer y el próximo combate. Tal vez Cofiño ha buscado esta asociación mediante la similitud en la obsesión que tienen ambas protagonistas por el agua, en el caso de Magda significativamente, el mar. En el cotejo entre las dos mujeres resalta la gran capacidad del escritor de trazar con certeros pincelazos caracteres y situaciones.

        En la presentación de la pugna entre la mentalidad vieja y la mentalidad nueva Cofiño López infunde al lector la idea fundamental de que el hombre no solo sufre la acción y la influencia del medio social, sino que influye por su parte en este, cambiándolo. Y en este proceso se operan cambios en el hombre mismo.

Al final ya estamos frente a una Magda irreconocible. Y si los protagonistas de García Márquez para salvar a su amor tuvieron que ocultarlo a todo el mundo cual si fuera peste (compárese “cólera”) y alejarse con él en la isla desierta en que se convirtiera su barco por el río, a Magda lo que le queda es lograr lo contrario, ya que en la sociedad en la que ella acepta de una manera consciente vivir, no pueden ser vigentes sus antiguas ideas de que “el amor es egoísmo, persecución, locura”, de que “está en el mundo para el olvido del mundo” (Ibid: 58), sino las que expresa Marcos:

...creo que el amor no está en el mundo para olvidarlo, sino para recordarlo. El amor recuerda al mundo. Y no creo que sea egoísmo, puede ser alegría, acción, silencio y hasta renunciamiento.                                               (Ibid: 59)

        Magda es la personificación de la metamorfosis que los cambios en la sociedad provocan en la conciencia del ser humano. Y al final  para la joven está claro que vale la pena vivir la vida si una es útil, si tiene objetivos que perseguir y si los persigue por su propio esfuerzo, no recibiendo los dones de la vida regalados.

Dentro del cuadro de amores que pinta Cofiño en Amor a sombra y sol cabe mencionar, como contrapunto, los de Rodrigo y Tomasa, como elocuente demostración de la otra moral: fiel espejo del “amor” entre el amo y la sierva. Está mencionada también Gertrudis, la madre de Magda, esposa oficial de Rodrigo, que termina su vida suicidándose, al igual que Tomasa.

En esta misma línea argumental está el “amor” que siente por Magda Castaño, ejemplo de cómo, dentro de la otra moral, el hombre puede ensuciar con su manera de pensar hasta lo más sagrado en las relaciones humanas.

        Manuel Cofiño López ha tenido siempre predilección por los personajes femeninos. Y si en Bruno (de La última mujer y el próximo combate), en Marcos y en otros de sus protagonistas masculinos vemos los símbolos de la idea del autor, en los personajes femeninos es donde resalta el ambiente en que tal idea se materializa o frustra.  Dentro del tema del amor que es el absorbente en la novela Amor a sombra y sol, como de paso aparecen otros personajes femeninos, encarnación de las distintas vías que ha podido elegir la mujer cubana después de la Revolución: por un lado está Lidia, y por el otro, Silvia y Julia.

Lidia es el caso de la mujer incorporada incondicionalmente a la Revolución: antes mujer pobre del pueblo, la joven abraza las ideas de la revolución hasta el punto de sacrificar su amor, el amor de un hombre que conserva las ideas obsoletas y no acepta lo nuevo, para quien la mujer es un objeto.

Silvia, prostituta antes, encontró el ánimo de integrarse a la nueva sociedad, encontró las fuerzas para cambiar, para emprender un derrotero nuevo por el cual seguir una vida digna, formó familia y siguió adelante… En su transformación de alguna manera incidió Marcos.

Julia es la que ha sido convertida en víctima de la moral que se va.

  

        La novela tiene dos epígrafes. Uno de ellos va en consonancia con lo que interesa en este ensayo: “Se puede definir a una persona buscando la respuesta a tres preguntas: con quiénes rompió, a quiénes se opone y a quiénes se une.”

La novela deja sin aclarar el destino de los protagonistas, parece ser una obra abierta tal como postula esta variante Umberto Eco. No sabemos qué va a pasar con Marcos y Magda, cuál es su futuro, hacia dónde los llevará su amor y los acontecimientos. Sin embargo, lo que sobresale en Amor a sombra y sol, como se hace evidente, es que tropiezan dos sistemas morales, el progresista y humanista, dominante en la sociedad, que da la vida, y el antiguo, obsoleto y moribundo, que se va dejando tras sí sus últimas víctimas. Y sobre este fondo, el destino concreto de los protagonistas no es lo que se impone.

El caso opuesto lo presenta la novela De amor y de sombra de Isabel Allende.

De amor y de sombra: el amor “en plenitud”, dignificante y enaltecedor

En el epígrafe de la obra la autora deja clara su intención de contarnos una historia de amor: “… es la historia de una mujer y un hombre que se amaron en plenitud, salvándose así de una historia vulgar. La he llevado en la memoria cuidándola para que el tiempo no la desgaste, y es solo ahora cuando puedo finalmente contarla. Lo haré por ellos y por otros que me confiaron sus vidas para que no las borre el viento...”. Es “un libro en el que la imaginación y la realidad discurren al mismo nivel”[8].

Esta es una novela-canto de amor, novela-canto de solidaridad, novela-canto de esperanza en la que Isabel Allende subyuga al lector con su forma de contar los acontecimientos y con su capacidad excepcional de combinar la historia que relata, la acción, los sentimientos y el sexo con la imaginación.

La obra tiene sin embargo, otro trasfondo también. Es un maravilloso e impactante relato de amor que se desenvuelve en los marcos de una cruenta dictadura.

       

Ninguna de las cuatro novelas estudiadas está desvinculada de la política (en el sentido más amplio y universal de la palabra), pero es tal vez esta la que podríamos incluir sin vacilación dentro de dos géneros: el de la novela política (“de sombra”) y el de la novela amorosa (“de amor”). El amor en esta obra no puede en ningún momento separarse de la política, porque se gesta en la lucha política, se forja en ella, culmina en ella y en ella triunfa por encima de la aparente y provisional derrota. El ideal que motiva a los protagonistas enamorados es buscar la verdad, buscar los valores y los ideales de libertad y de democracia.

Temáticamente, la novela gira en torno a tres focos:

“el amor como fuerza impulsiva de la vida capaz de devolver la inocencia a quienes se animen a vivirlo con intensidad;

la injusticia y el sufrimiento del pueblo sometido;

las creencias y temores de la gente más humilde.”[9]

Los dos protagonistas llegan a la lucha contra la dictadura de círculos muy diferentes. Mientras el padre de Francisco, español republicano, persona de ideas avanzadas, dio a su hijo la formación correspondiente, Irene fue instruida en una familia burguesa típica, siendo hija única de padres acomodados. La realidad atroz en la dictadura le abrirá los ojos y en su ímpetu ella irá más lejos aún que Francisco en el arrebato antidictatorial, llevará la lucha con tanta vehemencia y transparencia que se convertirá en el blanco de los órganos represivos del régimen.

Todas las circunstancias extremas en que se mueven Irene y Francisco (la presencia en los actos de violencia de la policía, la búsqueda y el hallazgo de la tumba de desaparecidos, las conversaciones con los testigos, los cuidados por salvar el material comprometedor, etc.) exacerbará al extremo sus sentimientos dando un aliento excelso y grandioso a su amor que en una primera aproximación podrá parecer melodramático. (Zemskov 1986: 39-40)[10].

A Irene le fue destinado pasar en un período breve de su joven vida por múltiples pruebas: se le abrieron los ojos para la realidad, de allí las primeras dudas en cuanto a la actitud de su novio Gustavo, Capitán de las Fuerzas Armadas, por quien nunca antes había sentido celos de mujer (contraste significativo); tuvo que sufrir los golpes sucesivos de ser la confidente de todos cuantos a su alrededor podían hablar de los horrores  que sucedían en el país; fue ametrallada; su casa fue violentada; y como colmo, fue obligada a abandonar su “dulce patria”.

De un ser casi etéreo, Irene se convierte en luchadora firme, tenaz e intransigente. A todo ese proceso rápido de transformación contribuyó sobremanera su carácter cariñoso: sabía tratar con igual amor a los ancianos, huéspedes de su asilo geriátrico:

...no perdía ocasión de visitar a los huéspedes como si sintiera placer en su compañía. /.../ dedicó a cada uno una sonrisa, una caricia, unos minutos de su tiempo...                                                                                         (Allende 1986: 14);

a los huérfanos:  ...la vio a punto de adoptar una criatura cuando hizo una encuesta sobre huérfanos” (Ibid: 57);

a los animales: ...caminaba en medio de la jauría hablando a las bestias como si las conociera de siempre (Ibid: 69);

a las prostitutas: al concluir su trabajo estaba en muy buenos términos con las damas de la noche... (Ibid: 57);

a todos los desconocidos con quienes se topaba en su trabajo de periodista.

Ese amor que ella experimentaba por todos los seres humanos y vivos enriqueció y dio un vigor y una entereza imponentes a su propia historia de amor hasta tal punto que fue ella quien infundió nueva firmeza a Francisco en la lucha. Tal vez por la perspectiva de que le faltara la posibilidad de desplegar ese amor universal, de poner “el alma en todo lo que hacía” (Ibid: 57), Irene no podía verse en el papel de esposa de un oficial del ejército:

Resultaba claro que el matrimonio la espantaba y por eso discurría pretextos de postergación como si adivinase que una vez desposada con aquel príncipe destinado al generalato, debería renunciar a su revuelo de trapos, sus pulseras ruidosas y su agitada existencia                                     (Ibid: 68)

A la par con el amor “de novela” de Irene y Francisco se desarrollan en esta obra otros amores también: el de los padres de Francisco, el profesor Leal e Hilda, paradigma del amor abnegación; el de Digna e Hipólito Ranquileo, conmovedor con su sencillez y armonía; el de Javier y su mujer, desgarrador con su destino trágico; el de Pradelio y Evangelina, pseudo-incestuoso y emocionante. También, como contrapunto, el de Beatriz, la madre de Irene, y Michel, quienes “compartieron una alegre relación y no la llamaron amor” (Ibid: 172).

En el contexto del presente estudio cabe mencionar de esta novela también los amores de la vieja actriz, Josefina Bianchi y también el de los dos ancianos en el asilo.

La novela se desenvuelve en un ambiente poético, a pesar de la pesadumbre que infunden algunas escenas. Lo testimonian los epígrafes de cada una de las partes de la novela: la primera, "La otra primavera" -"Solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes" (Violeta Parra); la segunda, "Las sombras" - "La tierra tibia aún guarda los últimos secretos" (Huidobro); la tercera, "Dulce patria" - "Yo viajo con nuestro territorio y siguen viviendo conmigo, allá lejos, las esencias longitudinales de mi patria" (Neruda). Ello subraya aún más la abnegación de Irene y Francisco en el amor y en la total entrega a los ideales de la patria. Y además, nos introduce en el tema y la idea de las diferentes partes de la obra. Porque, en el proceso de desarrollo del argumento, la novela cambia, a veces bruscamente, de tono y de características. Y el hilo conductor son los dos jóvenes enamorados, y no solo uno del otro, sino de la vida, de la libertad, de la democracia, de todos los hombres en la tierra.

Con ternura e impecable factura literaria, Isabel Allende perfila el destino de sus personajes como parte indisoluble del destino colectivo de un continente marcado por el mestizaje, las injusticias sociales y la búsqueda de la propia identidad. Este logrado universo narrativo es el resultado de una lúcida conciencia histórica y social, así como de una respuesta estética. [11]

Se impone una conclusión: y es que Isabel Allende quiere ver en el amor, el Amor con mayúscula, uno de los caminos para erradicar la violencia en la que está sumida su patria. Porque aquí también está presente la reyerta entre dos sistemas éticos. Pero el hecho de que en la sociedad reina la moral reaccionaria siendo los protagonistas portadores de la moral progresista y avanzada, enaltece el sentimiento entre Francisco e Irene, porque vemos cómo en el país de las sombras el amor puede convertirse en sol.

No quisiera terminar mi aproximación galopante a estas cuatro obras sin señalar el aliento épico que respiran muchos de sus cuadros y episodios.

En unos tiempos en que tanto se habla en el mundo de la alienación, los mejores escritores hispanoamericanos vuelven la mirada hacia el amor humano, hacia el amor entre el hombre y la mujer y ello constituye un regreso a las raíces naturales que podrían abrir el camino hacia la salvación del ser humano de la soledad. Lo que sin duda llega a ser una prueba más del sentido de responsabilidad exacerbado de los escritores hispanoamericanos por el destino de sus pueblos y de la humanidad.

Bibliografía

1. Allende 1986: I. Allende. De amor y de sombra. Barcelona: Plaza y Janes.

2. Cofiño López 1981: M. Cofiño López. Amor a sombra y sol. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

3. Dorfmah 1970: A. Dorfman. Imaginación y violencia en América. Stgo de Chile: Editorial Universitaria.

4. Eco 1990: U. Eco. Obra abierta. Barcelona: Ariel.

5. García Márquez 1985: G. García Márquez. El amor en los tiempos del cólera. Barcelona: Bruguera.

6. Kuteishikova 1986: V. Kuteishikova. Gabriel García Márquez. El amor en los tiempos del cólera. Sovremennaya judozhestvennaya literatura rubezhom. 5:38 (en ruso, traducción A.L.).

7. Puig 1982: M. Puig. Sangre de amor correspondido. Barcelona: Seix Barral.

8. Quiñones 1983: G. Quiñones. Manuel Puig, enmascaramientos y desmitificaciones.  Araucaria.23:194.

9. Retamar 1986: R. Fernández Retamar El amor, casi el amor, toda la vida. Casa de las Américas. 155-156:192.

10.     Zemskov 1986: V. Zemskov: Gabriel García Márquez. El amor en los tiempos del cólera. Sovremennaya judozhestvennaya literatura za rubezhom. 5: 39-40 (en ruso, traducción A.L.).

http://www.monografias.com/trabajos/amortcolera/amortcolera.shtml

http://www.bibliopolis.org/resenas/rese0094.htm

http://www.biografiasyvidas.com/reportaje/garcia_marquez/amor.htm

http://www.monografias.com/trabajos5/amso/amso.shtml

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http://html.rincondelvago.com/de-amor-y-de-sombra_isabel-allende_5.html

http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/ikala/article/viewFile/3177/2941

http://sololiteratura.com/puig/puigobras.htm

[1] En este texto el término “amor” es abarcado no como componente del título, sino en su principal acepción de “amor humano”, y sobre todo, amor entre el hombre y la mujer. Ello explica la exclusión del artículo de otras novelas que tienen la palabra “amor” en el título, como por ejemplo “El desfile del amor” de Sergio Pitol.

[3] http://www.monografias.com/trabajos/amortcolera/amortcolera.shtml

[4] Ibid.

[5] “Apenas han transcurrido unas líneas, y ya nos encontramos al antillano Jeremiah de Saint-Amour. Es decir, el Santo Amor…”

[6] Zabala Jaramillo, Luz Helena y Manuel Cofiño López. Literatura cubana, brasa que quema al fuego. Cit. en   http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/ikala/article/viewFile/3177/2941

[7] Ibid.

[8] http://www.lecturalia.com/libro/1268/de-amor-y-de-sombra

[9] http://www.monografias.com/trabajos5/amso/amso.shtml

[10] /el melodrama/ “ha llegado a ocupar el centro de la atención de la gran literatura latinoamericana en los años 70”. 

 

 

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