La “novela antidictatorial” en Hispanoamérica (raíces históricas y literarias)1
Ani Levi
El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina … Un presidente prometeico, atrincherado en su palacio en llamas, murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo…
Gabriel García Márquez
“La soledad de América Latina” (fragmento) Discurso de aceptación del Premio Nóbel de Literatura,
1982
Introducción. Objeto del artículo es el fenómeno de la”novela antidictatorial” en la literatura hispanoamericana. Se abarca el problema de la aparición y el desarrollo histórico y literario de la corriente temática. El artículo va acompañado por un Anexo en el que se hace un intento de enumerar las obras más significativas y representativas del género desde su primer momento hasta 1990.
Durante la segunda mitad del siglo XX la literatura del continente latinoamericano se convirtió en foco de interés de lectores, estudiosos y editores en el mundo entero. En los años 60 la “nueva novela latinoamericana” dio un enorme aporte a la literatura mundial, renovándola y haciendo a todos hablar de un fenómeno fuera de serie, de “boom” en la literatura latinoamericana.2
La “nueva novela latinoamericana”3 apareció en el escenario literario mundial como algo original en un momento en que el “nouveau roman” empezaba a decaer y a perder fuerza. En este preciso momento en América Latina se operan cambios que “acercan”, valga la metáfora, al hombre latinoamericano a los pueblos europeos (no debemos olvidar el eurocentrismo que ha caracterizado y sigue caracterizando el proceso literario), dicho en otros términos, los pueblos latinoamericanos se convierten en contemporáneos de la humanidad europea. Y a raíz de estos cambios irrumpe en el escenario cultural lo que se dio en llamar “boom” de la novela hispanoamericana, y en término más feliz y acertado, “nueva novela latinoamericana”.
Los investigadores de todo el mundo se pusieron a buscar la explicación del fenómeno de la “nueva novela latinoamericana”, respectivamente, hispanoamericana. A primera vista quedaba claro que las obras editadas entre 1962 y 1967 (que forman el núcleo del llamado “boom”) se relacionaban directamente con los procesos socio-políticos y socio-económicos en el continente y más concretamente, con la Revolución Cubana de 1959 – hecho que los mismos artífices de la “nueva novela” reconocen como importante en el desarrollo del continente.
"La formación de la conciencia de los latinoamericanos como una comunidad etno-cultural nueva y autóctona que se convierte en fuerza activa del proceso histórico, la necesidad de elegir el derrotero del desarrollo histórico (la experiencia de la Revolución cubana ha jugado en esto un papel enorme), la necesidad de entender de dónde ha venido esta fuerza que todavía desconoce todas sus posibilidades y hacia dónde tiene que encaminarse: esta es la matriz que ha concebido y que alimenta la novela latinoamericana de hoy." (trad. del ruso mía – A. L.)
Terterian 1982: 266-267
Sería sin embargo simplista encerrar la nueva novela en los marcos de lo puramente social. La “nueva novela” es un fenómeno mucho más rico y multifacético. Se codea de lleno con una visión artística e ideológica nueva, surgida en América Latina y que ha dado como resultado una novela que echa mano de toda la riqueza social e histórica del continente, de la diversidad de modos de pensar del hombre latinoamericano, de sus creencias, de sus diferentes cosmovisiones. Todo ello, con la aplicación creativa y atrevida de todas las técnicas nuevas con que se había enriquecido la novela a partir de Joyce, Kafka y Proust y con la influencia reconocida por todos los artistas de la “nueva novela” de Faulkner.
La renovación de la novela en Hispanoamérica transcurre con el continuo e incesante interés de los escritores por los problemas tradicionales y eternos, vinculados estrechamente con la situación histórica del continente.
Solo varios años después del famoso y especulativamente llamado “boom”, en el período de 1970 a 1980 llama la atención en América Latina, más concretamente en Hispanoamérica, una ola de novelas que combina los logros artísticos de la “nueva novela” con uno de los aspectos más acuciantes de la realidad latinoamericana: el del “dictador latinoamericano” tristemente célebre en el mundo entero.
No sería exagerado calificar la década de los 70 del siglo XX de década de la “novela antidictatorial” en Hispanoamérica. Una parte considerable de lo más trascendental y valioso creado durante el decenio en el terreno de la narrativa en el continente, se inscribe en este tema candente de la vida latinoamericana. En la década posterior, la de los 80, es concretamente la literatura chilena la que lo aborda de forma masiva porque es allí donde gobierna un dictador, Pinochet.
Todas las obras de esta ola tienen además “el mérito de responder a las preocupaciones no solo de los pueblos latinoamericanos, sino también de muchos otros pueblos del planeta /.../ y conjugan de una manera perfecta el contenido revolucionario con la forma artística altamente elaborada e innovadora”. (Леви 1988:242). En ello consiste uno de los más grandes logros y más significativos aportes de los novelistas de América Latina a la literatura universal.
La “novela antidictatorial” se ha reproducido tanto en la treintena entre 1960 y 1990 que la sola enumeración de autores y títulos, de sus peculiaridades, se convierte en tarea difícil.
Fuentes históricas de la “novela antidictatorial” en Hispanoamérica. Las raíces históricas de la “novela antidictatorial” se remontan a los inicios del siglo XIX, la época en que el continente emprende el camino de la liberación del colonialismo secular español:
"… uno de los aspectos sobresalientes lo constituye el tratamiento literario de una de nuestras pesadillas reales: la dictadura. Es frecuente la aparición de la figura del tirano quien, mediante la fuerza y gracias a los mecanismos ideológicos, mantiene bajo control estricto, en ambientes donde reina la corrupción y la violencia, los hombres y las conciencias de América. Institucionalizada en el siglo pasado y a partir de la irrupción del capitalismo, la historia de América Latina es, a grandes rasgos, la historia de las dictaduras que se suceden y, particularmente, de los derrocamientos de gobiernos democráticos por militares que, aliados de las clases privilegiadas, de la burguesía y de los intereses internacionales, frustran, sangrientamente, las esperanzas de los pueblos."
Moreno Turner 1976:155
En los primeros años de la emancipación algunos de los llamados libertadores de las diferentes partes del continente llegaron a ser presidentes (“protectores”, “libertadores”, “Padres de la Patria”) en los territorios emancipados. Muy pronto se inician guerras civiles entre liberales y conservadores en los nuevos Estados: Provincias Unidas del Río de la Plata, el Nuevo Reino de Granada, las Provincias Unidas del Centro de América, Venezuela y otros. Como resultado se llegó a la fragmentación de estos Estados y la formación paulatina del mapa político actual. Dirigentes en las guerras civiles eran con frecuencia los caudillos nacionales o regionales: son muchos de los futuros primeros dictadores latinoamericanos en los recién formados países.
Después de las guerras civiles se declaran guerras por las riquezas naturales. Y, lo que es de mayor importancia para el futuro de los pueblos latinoamericanos, se inicia la penetración en la economía de capitales extranjeros, en primer lugar de Inglaterra y Francia, que se aprovechan de la debilitación de los países por las guerras intestinas e intergubernamentales para penetrar en su economía y apoderarse de ella.
De hecho el siglo XIX es para América Latina el paso de la época de la dependencia colonial a una dependencia neocolonial. La inestabilidad política y económica se traduce en la sustitución constante de gobiernos que en algunos casos se turnaban, en la expresión popular, “con el cambio del clima”.
Alejo Carpentier comenta los cambios frecuentes de gobiernos en el continente:
"Si echamos un vistazo a la historia de América Latina desde la época de las guerras de Independencia del siglo pasado y hasta nuestros días, no podemos dejar de fijarnos en un fenómeno peculiar: las numerosas dictaduras antipopulares, casi siempre engendradas en el fuego de un golpe de estado militar forjado en los cuarteles. Después de declarada la Independencia, según datos de un destacado historiador y sociólogo, los pueblos de los países latinoamericanos han sufrido la carga /…/ de 222 regímenes dictatoriales /…/ fruto de 535 golpes militares." (trad. del ruso mía - A. L.)4
A partir del año 1898, después de la liberación de Cuba, última colonia española en el continente, tiene su inicio la gran expansión económica y política de los Estados Unidos en América Latina. Durante el siglo XX, en sus primeras décadas, la economía del subcontinente americano emprende el camino de un desarrollo impetuoso. Se forma la clase burguesa, pero la oligarquía conserva sus posiciones. Este es un hecho significativo porque precisamente la oligarquía latinoamericana es la base de la incursión norteamericana.
Los Estados Unidos “trabajan” en América Latina con mano dura y rápidamente convierten el continente en su “coto privilegiado”. El instrumento más idóneo para tal objetivo resulta ser el dictador, figura títere a la cual los Estados Unidos dan poder para que ella defienda sus intereses y los intereses de la oligarquía local, unida francamente a los capitales norteamericanos.
Los déspotas de tipo “oligárquico” son precisamente los que han creado la “fama” del dictador latinoamericano y han entrado de manera fija en la literatura. Gobernaban con métodos abusivos y obraban como armas ciegas de sus dueños norteamericanos y locales. En torno a las estampas de estos mandones se han creado las consabidas leyendas y mitos. Estas leyendas han tenido como resultado la mitificación de la imagen del dictador.
Amén de los casos citados por García Márquez en la cabecera de este artículo sería interminable la lista de casos anecdóticos que perpetraban en la vida los mandatarios latinoamericanos y que han servido de base a los escritores. Casi no hay obra que no se refiera de alguna manera a una o a otra de estas barbaridades y no solo físicas. En este momento recuerdo a un tirano de novelas que ordenó quemar todos los libros que tuvieran en su título algo relacionado con el color “rojo”: así en los autos de fe llegaron a caer El rojo y el negro de Sthendal, La letra escarlata de Hawthorne y varios libros más.
En el período de entreguerras (1918-1939) la situación en el continente va a cambiar. En el escenario histórico irrumpen las clases trabajadoras. Dos acontecimientos influyen en el ambiente continental: uno, de repercusión mundial, la revolución de Octubre de 1917 en Rusia, y otro, de gran envergadura local, la Revolución Mexicana (1910-1917). Esta última mostró a los pueblos del continente que los dictadores podían ser derrocados.
No obstante, la economía latinoamericana seguía basada en la producción monocultural: el petróleo en Venezuela, el plátano en los países centroamericanos, el café en Colombia, el azúcar en Cuba… Prácticamente se mantenía el total control del capital norteamericano.
A raíz de la gran depresión de finales de los 20 del siglo pasado y la agudización de la lucha de clases, en el escenario latinoamericano entran los militares. Ya no son los que encabezaban la lucha independentista. Los nuevos militares son profesionales procedentes de las clases adineradas y formados en las academias extranjeras. Militares de esta calaña llegan a ser presidentes, entiéndase dictadores, en muchos de los países latinoamericanos: salían a escena inevitablemente cuando los amos extranjeros necesitaban una mano firme para frenar los movimientos populares.
Estos gobernantes combinan los rasgos del tipo viejo y el tipo contemporáneo de dictador latinoamericano. Son los últimos representantes de la especie “patriarcal” y “oligárquica”. En el período de la segunda mitad del siglo XX, en el decenio de los 70, el de la gran “explosión” del género literario, objeto de este artículo, eran Duvallier Junior en Haití y Stroessner en Paraguay.
"Cada vez más dependientes de las grandes potencias, los modernos dictadores latinoamericanos han venido a ser los comparsas de un sistema de explotación superorganizado en que actúan como meros instrumentos del subdesarrollo. De ahí lo precario de su situación: son quizás los más poderosos de la historia y, tal vez, los más débiles por haber abandonado la realidad del poder a las grandes compañías internacionales o al embajador yanqui. /…/ Delegados por “juntas” de gobierno, viven en el temor constante de ser derrocados por un nuevo “golpe”. Contra una iglesia cada vez más reticente, contra un pueblo aproletariado, contra la contestación universitaria y las guerrillas clandestinas, tienen que reforzar la represión, agitar el espectro comunista o apelar a la intervención extranjera."
Fouques 1979: 86
Tal es el retrato de este tipo de mandatarios. Los últimos que vieron los pueblos latinoamericanos a finales del siglo XX no pueden ser comparados con ellos. Son tiranos que tienden al fascismo o que tienen un carácter abiertamente fascista. El típico ejemplo es Pinochet en Chile.
Esta es, en líneas muy someras, la trayectoria histórica del dictador latinoamericano.
Trayectoria literaria del tema5 El de la dictadura es uno de los iniciales en la novela de América Latina.6. Se manifiesta ya a comienzos del siglo XIX, casi simultáneamente con el surgimiento de la novela y sigue existiendo hasta casi finales del siglo XX (con algunos retoños valiosos después del 2000) como reflejo de uno de los problemas más preocupantes de la realidad en el continente: el del poder dictatorial tiránico, autoritario y antipopular.
De hecho, el proceso de formación del género novelesco en América Latina transcurre paralelamente con el proceso de establecimiento de la figura del dictador en la vida socio-política del continente. Es por ello que se puede afirmar que el tema dictatorial resulta uno de los primeros, si no el primero, un tema que hasta hace solo unos lustros no había perdido su actualidad.
A pesar de la lista casi interminable de obras, son relativamente pocos los estudios íntegros dedicados al asunto y los que existen, numerosos por cierto, son más bien análisis de alguna o algunas de las obras. Son muchísimos los artículos que reseñan una o dos obras y muy pocos los textos que abarcan el fenómeno en toda su envergadura y alcances.
La explicación de tal actitud unilateral se debe a algo evidente: en 1974 y 1975 aparecen las tres novelas “absorbentes”: las de Alejo Carpentier, El recurso del método (1974), de Augusto Roa Bastos, Yo, el Supremo (1974) y de Gabriel García Márquez, El otoño del Patriarca (1975), lo cual deja en su sombra todas o casi todas las demás. El mayor número de trabajos analíticos se centra en las obras de Ramón María del Valle-Inclán (Tirano Banderas, 1926), Miguel Ángel Asturias (El Señor Presidente, 1932/1946), Carpentier, Roa Bastos y García Márquez y deja de lado una serie de obras, anteriores o posteriores a las de los autores mencionados, muchas de las cuales valiosas, que ponen su grano de arena en el edificio de la “novela antidictatorial”.
Después del golpe de Estado de Pinochet en Chile en la literatura chilena el asunto tiene una continuación lógica y es reflejado en un casi estallido de obras, pero la literatura enjuiciadora no se fija mucho en ellas. En esta época la “novela antidictatorial” cobra un auge espectacular y se convierte en avalancha de obras en el país y en la diáspora. Cabe señalar como dato importante para la historia literaria que en este período fueron creados también muchos cuentos, y sobre todo muchos textos de literatura testimonial. En la literatura chilena esta ola ya casi tiene una denominación propia: “literatura (respectivamente “novela”) del golpe de Estado”.
Apenas a comienzos del siglo XXI, con un retoño nuevo centrado en el problema, La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, se vuelve otra vez la mirada sobre el dictador. Y es en estos últimos años cuando el tema es reivindicado y cuando se comentan las numerosas obras, la mayoría chilenas, escritas entre 1980 y 1990 y hasta finales del siglo. El interés de los investigadores es ahora más profundo y trata de abarcar más obras con el fin de englobar la corriente temática y darle una configuración más definitiva.
Hay que reconocer sin embargo que todavía los estudiosos, críticos e investigadores son deudores para con el género de la “novela antidictatorial”, y sobre todo, con la década entre 1970 y 1980, la más fructífera en la tendencia. Todavía queda por explicar una serie de aspectos en torno a la corriente: tales como la terminología, muy variada e inconsecuente, los rasgos tipológicos del género, las características de los protagonistas, las técnicas, el lenguaje y muchos más. No en último lugar se impone una clasificación y periodización que intentaran poner un poco de orden en estas más de 100 obras en total centradas de una u otra manera en el dictador latinoamericano. Cabría tal vez pensar también en cierta “organización” de los muchísimos cuentos que existen además de novelas.
Los escritores del continente en todo momento se han hecho eco de las preocupaciones de sus pueblos, de los acontecimientos trascendentales del continente y han expresado en sus obras las ilusiones y las esperanzas, muchas veces frustradas, del hombre latinoamericano. Como ya fue señalado, el surgimiento de la novela en el continente se comunica inmediatamente con las luchas independentistas. A lo largo de tres siglos de dominación colonial la novela, como género literario de ficción, estaba prohibida en el Nuevo Mundo por decreto Real. Así la novela se convierte en género de la emancipación literaria de América y surge como reflejo de los problemas acuciantes que estaban por resolver ante los pueblos. Este fuerte arraigo social acompañará todo el desarrollo de la novela independientemente de los aires que ventilarán la literatura mundial.
Dentro del tema antidictatorial se considera que su inicio lo pone una novela escrita sobre la realidad latinoamericana por el autor español Ramón María del Valle-Inclán: Tirano Banderas (1926). Sin embargo, la preceden obras ya durante el siglo XIX, y de novelistas latinoamericanos, en las que aun sin haberse fijado del todo las características de la corriente temática, sin haberse perfilado claramente el análogo literario del dictador, pueden verse algunos de los elementos que definirán lo específico de este tipo de novela en los decenios venideros. En las primeras muestras los literatos solo observan el fenómeno y lo registran y plasman en sus textos.
Es en la Argentina, el país que se había emancipado uno de los primeros, y en el que el pueblo ya había conocido los desmanes dictatoriales, donde nace la nueva dirección literaria.
La primera obra hispanoamericana que toca el problema es el cuento del escritor argentino Esteban Echeverría El matadero (entre 1816 y 1842)7. Ya en la vida de la Argentina está presente el primer dictador – Rosas8 y es a la vida del país bajo su gobierno a la que está dedicado el cuento. Alegorías y metáforas espeluznantes, empezando por el título, están presentes en la obra, cuyo fondo es la desgracia de la patria bajo la bota del tirano. El cuento es impactante y marca con su agudo y áspero naturalismo a los lectores, inclusive a los de hoy, con un sentimiento de agobio y aflicción.
Facundo. (Vida de Juan Facundo Quiroga. Civilización y barbarie) (1845) de Domingo Faustino Sarmiento, la obra fundamental y esencial de la literatura hispanoamericana, se inscribe también en la corriente antidictatorial. Esta biografía novelada del caudillo Juan Facundo Quiroga, que forma la parte narrativa del gran libro de Sarmiento, le ha servido de motivo al autor para describir las crueldades de Rosas. Uno de los asuntos en Facundo es la llegada del dictador al poder y los métodos de gobierno que emplea.
A Sarmiento le interesan las causas del surgimiento de la dictadura. Él llega a una conclusión fundamental que servirá de base a una serie de explicaciones del proceso literario en América Latina: la barbarie es fruto de la ignorancia, por consiguiente hay que combatir la ignorancia a través de la educación para así vencer y exterminar la barbarie. En las palabras del mismo Sarmiento: hay que erradicar la barbarie con la civilización. La dicotomía sarmentiana traspasará toda la historia, respectivamente toda la historia literaria hispanoamericana.
Mucho más tarde Alejo Carpentier señalará el objetivo y el papel de la primordial obra de Sarmiento en el proceso de denuncia de la barbarie de los gobernantes sanguinarios, así como la perspicacia del gran educador: “Aquí /en Facundo – A. L. / la función social del escritor se cumple en función de la denuncia, mostrando peligros que más tarde habrán de afirmarse en tremebundas realidades.” (Carpentier 1969: 135)
En 1851 (la primera parte) y en 1855, otra vez en Argentina aparece la primera “verdadera” novela sobre el dictador y la dictadura, Amalia de José Mármol. A pesar del tono melodramático y ciertos límites y tratamiento unilateral del problema, la novela presenta un cuadro verídico de la situación política concreta durante el gobierno de Rosas. Todo el ambiente trágico en el país puede verse en la novela, que en su momento fue un gran documento denunciador y que hoy en día adquiere las dimensiones de una novela histórica. La obra tiene el mérito de presentar también a los secuaces del mandatario, aspecto importante que las novelas posteriores tratarán con más hondura.
La “novela antidictatorial” aparece, por consiguiente, en América Latina en la época del Romanticismo y en su cauce. A la luz de esto es explicable la diferencia entre Facundo y Amalia (aparte de la diferencia de género literario que acusan las dos obras) en el tratamiento de los protagonistas. Para Mármol es típica la actitud romántica. Sus personajes son esclavos de la pasión y por ende, algo esquemáticos: los héroes idealizados y los antihéroes, denigrados. Sarmiento, que además de atenerse a la documentación, es más realista por su formación y orientación, busca las raíces sociales del fenómeno y estudia el caudillismo como tal y no como característica del individuo.
Es evidente que desde el primer momento de la emergencia de la novela en Hispanoamérica los artistas enlazan su destino, el de la novela, con la vida de los pueblos y sus problemas.
En este período todavía se siente un fuerte impulso hacia lo nacional, hacia la división, hacia lo que separa los pueblos latinoamericanos uno de otro. Ello es lógico y natural en estos primeros decenios después de la liberación: se nota un afán de encerrarse en lo suyo, lo propio. De ahí que las primeras novelas, escritas en esta época, hoy pueden ser tratadas como novelas históricas: sus temas están tan arraigados en la realidad concreta que hoy pueden servir de documentos de la vida de entonces. El mismo Mármol define su Amalia como novela histórica: la primera edición de las dos partes de la obra fue publicada con el título Amalia. Novela histórica americana. Queda clara la intención da Mármol de alejarse “literariamente” de la realidad, pero hoy, en la distancia del tiempo, los rasgos genéricos de su novela se corresponden con su esencia y con las características dadas por el autor.
Ya en estos primeros años del desarrollo del género novelesco se observa el reflejo de las fuerzas que son propias y típicas de la situación nueva en el continente.
Hispanoamérica, con todas sus limitaciones e irregularidades de desarrollo, existe como el resultado del equilibrio entre dos clases de fuerzas contrarias: las centrífugas, del localismo, que tienden a quebrantar su unidad, a aislar a cada pueblo hispanoamericano dentro de sus fronteras políticas y sus circunstancias particulares, y las centrípetas o de cohesión, representadas por la comunidad de origen, por la misma genealogía y básicas similaridades de ambiente.10
En el caso de Hispanoamérica y el origen es si no común, similar, y el nivel de desarrollo económico y socio-político en el momento de la Independencia es parecido, y, en lugar importantísimo para los procesos culturales, el idioma es el mismo.
Resultó ser que los primeros intentos de diferenciar las literaturas nacionales y someterlas a la división geopolítica no dieron resultado y en el futuro la literatura del continente se estudiaría antes como hispanoamericana que como argentina, colombiana, etc. Este hecho sin embargo no anula el estudio de cada literatura nacional de acuerdo con las peculiaridades de cada pueblo. Pero en América una gran parte de los artistas se autodefinen como latinoamericanos, y no por su nacionalidad. Esto también tiene su justificación: parece ser que lo que une es el deseo de reivindicar lo general sin que ello implique la renuncia a lo típico y particular. Los escritores del continente se comunican con frecuencia, organizan encuentros para debatir lo que les preocupa, lo que les inspira, lo que despierta su interés creativo.
Este afán de tratar lo común se siente con particular fuerza en la novela. Los literatos buscan lo que acerca a los pueblos, en lo bueno y en lo malo, se empeñan en reflejar la realidad en cuadros épicos. Las grandes preocupaciones nacionales y continentales lógicamente abren horizontes nuevos, enriqueciendo a los personajes, los ambientes, el argumento, etc. Tal preocupación apremiante, trascendental para el continente es la de la dictadura.
No obstante, después de las primeras manifestaciones, otros temas lo sustituyeron durante el siglo XIX. Y es apenas a comienzos del XX cuando el asunto vuelve para convertirse en una corriente temática bien estructurada. Ello tiene que ver con la formación definitiva en la realidad de la silueta del dictador, en su imagen abominable que le ha dado la fama mundial. La novela ya tiene también una trayectoria breve, pero rica: durante el siglo XIX se convierte en Hispanoamérica en el género más productivo.
En 1892 ve la luz otra novela del género: El conspirador, de la narradora peruana Mercedes Cabello de Carbonera. Zum Felde escribió sobre la obra: “Esta novela nos ha dejado /…/ la más fuerte documentación del ambiente de la realidad política del Perú.”11 El texto vuelve a comprobar la gran importancia que ha tenido el tema de la dictadura y los dictadores en la literatura hispanoamericana: todos los estudios, casi sin excepción, sobre este tipo de novela subrayan su carácter de documento de la época, y no solo de aquella a la que se refieren, sino a la actual del momento de su publicación.
Por otro lado, estas palabras de Zum Felde indican una característica más de la “novela antidictatorial”. En el período de la aparición de El conspirador la novela hispanoamericana sigue siendo “joven”, tiene apenas medio siglo de edad. Todavía no ha modelado su fisonomía acabada.
El cuadro de las primeras obras de la tendencia temática antidictatorial puede quedar someramente completado por El Cabito de Pedro María Morantes (Pío Gil) (1909/5), un estudio agudo y perspicaz de la dictadura de Cipriano Castro, y las cuatro novelas de Rufino Blanco Fombona: Judas Capitolino (1912), La máscara heroica (1915), La mitra en la mano (1927) y La bella y la fiera (1931), que tocan, alguna más, otra menos, el gobierno de uno de los dictadores más tratados literariamente, Juan Vicente Gómez. Gómez había sido una personalidad compleja y contradictoria y su vida y poder despótico y arbitrario han servido de motivo literario a muchos narradores no solo venezolanos, sino también de otros países del continente. Rasgos de su carácter se pueden encontrar en los protagonistas de dos de los mejores exponentes del género: El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez y El recurso del método de Alejo Carpentier.
Lógicamente, en estos primeros decenios, la preocupación prevalece sobre la forma, bastante menos elaborada. Tanto más cuando se trata de un tema tan candente como lo es el dictatorial. En este período la perfección artística queda en deuda con el argumento. Ello es comprensible. El problema es tan apremiante que la forma se pierde a veces de vista. Está claro a pesar de ello que los narradores no quieren dejar de lado y sin atención esta llaga en el cuerpo de la nación. En lo literario aquí prevalecen las hipérboles ingenuas y las comparaciones y metáforas sobrecogedoras y horripilantes.
Con Tirano Banderas la actitud artística cambia. Es un dato interesante el que Valle-Inclán haya elegido como escenario de su obra un país latinoamericano. De hecho él quiere denunciar la situación en su patria, España. Pero es América Latina el lugar hacia donde dirige su mirada: porque allí, en el continente americano, existe realmente un tipo tiránico y autoritario que le ofrece al literato español innumerables posibilidades de presentar alegorías, metáforas, comparaciones. Con Tirano Banderas empieza la mitificación del dictador. Esta será objeto de muchas novelas porque es muy largo el período en que los regímenes opresores dominan a los pueblos de América Latina infundiendo horror en el alma de los hombres.
La obra cumbre de esta época es indudablemente la gran novela de Miguel Ángel Asturias El Señor Presidente, escrita en 1932 y que tuvo que esperar hasta 1946 para ver la luz: otro dato elocuente sobre la sombra de los déspotas en la vida de sus países. El emblema del dictador tendrá que esperar medio siglo para ser desmitificada en coro por las voces de los escritores latinoamericanos en la década de los 70 del siglo XX.
Al igual que en todas partes, también en América Latina, la literatura ha servido, desde sus momentos iniciales, de instrumento de ilustración, con constancia se ha empeñado en mostrar la verdad histórica. A la par con ello ha jugado un papel protagónico en la lucha contra los rezagos del pasado, fuertemente arraigados en la conciencia del hombre latinoamericano. Tanto más fuerza ha tenido la novela cuanto más interés por esta nueva forma acusaban los lectores y los pueblos. Este papel educativo, esta función informativa, muchas veces en detrimento de la estética, cumplían las primeras obras, novelas, a veces cuentos, dedicados al tema.
De ahí su gran importancia documental, respectivamente la responsabilidad de los narradores por el futuro desarrollo y atención a lo artístico en épocas posteriores.
La tiranía absolutista y los regímenes abusivos fueron rechazados y repudiados desde el primer momento por los intelectuales latinoamericanos. Y en esto tenían que cumplir un papel importantísimo: el de apoyar a sus pueblos en la lucha por la democracia; algo más, el de llamar a la lucha. Porque debido al oscurantismo en que seguían sumidos los pueblos, necesitaban un apoyo, un prócer que los lanzara al combate. Tal vez en ninguna otra parte del mundo los intelectuales habían de comprometerse con una responsabilidad tan grande y tan alta y noble. Aquí cuadran Manuel González Prada, creador de la caricatura política en la literatura peruana, Emilio Rabasa, padre de la novela histórica realista mexicana, para citar dos nombres emblemáticos, y también los de muchos, muchos más, amén de los ya mencionados primeros autores de obras antidictatoriales.
No debemos dejar de señalar además que no solo los escritores, sino los intelectuales en general participaban en esta causa nacional: las fuentes de la “novela antidictatorial” podemos encontrarlas no solo en las bellas letras, sino también en la literatura periodística, en la sociología, los estudios económicos, históricos, claro, y muchos otros.
Sin embargo, lo más importante es que el tema invadió la literatura. M. Maldonado-Denis apunta que ha sido una suerte para los pueblos latinoamericanos el que la literatura del subdesarrollo no se haya quedado dentro de los marcos de la historia, la sociología y la economía, sino se ha expandido ya a las bellas letras.12
Ya durante la segunda mitad del siglo XX, más concretamente entre 1970 y 1980 y más tarde hasta 1990 la “novela antidictatorial” se encaminará por derroteros nuevos y hará a todo el mundo hablar del dictador latinoamericano en otros términos.13
ANEXO
lista de novelas hasta 199014
1. Echeverría Esteban. El Matadero. (1838?)
2. Sarmiento Domingo Faustino. Facundo. Civilización y barbarie. (1845)
3. Mármol José. Amalia. (1855)
4. Cabello de Carbonera Mercedes. El conspirador. (1892)
5. Morantes Pedro María (Pío Gil). El Cabito. (1909/5)
6. Blanco Fombona Rufino. Judas Capitolino. (1912)
7. Blanco Fombona Rufino. La máscara heroica. (1915)
8. Valle-Inclán Ramón María del. Tirano Banderas. (1926)15
9. Blanco Fombona Rufino. La mitra en la mano. (1927)
10. Guzmán Martín Luis. La sombra del caudillo. (1929)
11. Latcham Ricardo. Esperpento de las Antillas (1929)
12. Blanco Fombona Rufino. La bella y la fiera. (1931)
13. Picón Salas Mariano. Odisea de tierra firme. (1931)
14. Asturias Miguel Ángel. El Señor Presidente. (1932/1946)
15. González Fernando. Mi compadre. (1934)
16. Otero Silva Miguel. Fiebre. (1936, corr.1971)
17. Pocaterra José Rafael. Memorias de un venezolano de la decadencia. (1936)
18. León Ramón David (Gil Mires). El hombre misterioso de Macarigua. (1937)
19. Arráiz Antonio. Puros hombres. (1938)
20. Bedoya Manuel. El tirano Bebevidas. (1940)
21. Arráiz Antonio. Todos iban desorientados. (1941)
22. Arévalo Martínez Rafael. ¡Ecce Pericles!. (1946)
23. Uslar-Pietri Arturo. El camino de El Dorado. (1947)
24. Carpentier Alejo. El reino de este mundo. (1949)
25. Zalamea Jorge. La Metamorfosis de Su Excelencia. (1949)
26. Alegría Fernando. Camaleón. (1950)
27. Pereira Pedro N. En la prisión. (1952)
28. Zalamea Jorge. El Gran Burundún Burundá ha muerto. (1952)
29. Rulfo Juan. Pedro Páramo. (1955)
30. Carpentier Alejo. El acoso. (1956)
31. Marques Cairós Fernando. ¡Vienen los andinos! (1956)
32. Ayala Francisco. Muertes de perro. (1958)
33. Martínez Moreno Carlos. Los aborígenes. (1960)
34. Goyanarte Juan. Farsa. (1961)
35. Spota Luis. El tiempo de la ira. (1961)
36. Ayala Francisco. El fondo del vaso. (1962)
37. Carpentier Alejo. El siglo de las luces. (1962)
38. Fuentes Carlos. La muerte de Artemio Cruz. (1962)
39. García Márquez Gabriel. La mala hora. (1962)
40. Otero Silva Miguel. La muerte de Honorio. (1963)
41. Abreu José Vicente. Se llamaba S. N. (1964)
42. Lafourcade Enrique. La fiesta del rey Ac/k/ab. (1964/69)
43. Contreras Vélez Álvaro. A la orden de usted, General Otte. (1966)
44. Viñas David. Los hombres de a caballo. (1967)
45. Ibargüengoitia Jorge. Maten al león. (1969)
46. Mujica Laínez Manuel. De milagros y melancolías. (1969)
47. Vargas Llosa Mario. Conversación en la Catedral. (1969)
48. Aguilera Malta Demetrio. Siete lunas y siete serpientes. (1970)
49. Murena H/éctor/ /Alberto/ Á/lvarez/. Polispuercón. (1970)
50. Pareja Diezcanseco Alfredo. Las pequeñas estaturas. (1970)
51. Avilés Fabila René. El gran solitario de Palacio. (1971)
52. Carpentier Alejo. Derecho de asilo. (1972)
53. Herrera Luque Francisco. Boves “el Urogallo”. (1972/3)
54. Aguilera Malta Demetrio. El secuestro del General. (1973)
55. Thorndike Guillermo. Las rayas del tigre. (1973)
56. Carpentier Alejo. El recurso del método. (1974)
57. Roa Bastos Augusto. Yo, el Supremo. (1974)
58. Valdés Hernán. Tejas verdes. (1974)
59. Alegría Fernando. El paso de los gansos. (1975)
60. Depestre René. El palo ensebado. (1975) /trad. Pedro de Arce/
61. Galeano Eduardo. La canción de nosotros. (1975)
62. García Márquez Gabriel. El otoño del Patriarca. (1975)
63. Herrera Luque Francisco. En la casa del pez que escupe el agua. (1975)
64. Otero Silva Miguel. Lope de Aguirre, príncipe de la libertad. (1975) (vid. tb. N=76)
65. Rangel Domingo Alberto. Gómez el amo del poder. (1975)
66. Skármeta Antonio. Soñé que la nieve ardía. (1975)
67. Spota Luis. Retablo hablado. (1975)
68. Uslar-Pietri Arturo. Oficio de difuntos. (1976)
69. Vera Pedro Jorge. El pueblo soy yo. (1976)
70. Vásquez Ana. Los búfalos, los jerarcas y la huesera. (1977)
71. Atías Guillermo. Le sang dans la rue. (1978)
72. Donoso José. Casa de campo. (1978)
73. Edwards Jorge. Los convidados de piedra. (1978)
74. Ramírez Sergio. Sombras nada más. (1979)
75. Teitelboim Volodia. La guerra interna. (1979)
76. Otero Silva, Miguel. Lope de Aguirre, príncipe de la libertad. (1979)
77. Otero Lisandro. General a caballo. (1980)
78. Skármeta Antonio. No pasó nada. (1980)
79. Alonso L. R. El Supremísimo. (1981)
80. De la Torre Reyes Carlos. … y los dioses se volvieron hombres. (1981)
81. Donoso José. El jardín de al lado. (1981)
82. Edwards Jorge. El museo de cera. (1981)
83. Jerez Fernando. Un día con su excelencia. (1981)
84. Travieso Julio. Para matar al lobo. (1981)
85. Valdés Hernán. A partir del fin. (1981/4)
86. Vargas Llosa Mario. La guerra del fin del mundo. (1981)
87. Vásquez Ana. Abel Rodríguez y sus hermanos. (1981)
88. Velásquez Ramón J. Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez. (1981)
89. Wácquez Mauricio. Frente a un hombre armado. (1981)
90. Allende Isabel. La casa de los espíritus. (1982)
91. Soriano Osvaldo. No habrá más penas ni olvido. (1982)
92. Allende Isabel. De amor y de sombra. (1984)
93. Lafourcade Enrique. El gran Taimado. (1984)
94. Romero Denzil. La tragedia del Generalísimo. (1984)
95. García Márquez Gabriel. El general en su laberinto. (1985)
96. Skármeta Antonio. La insurrección. (1985)
97. Donoso José. La desesperanza. (1986)
98. Allende Isabel. Eva Luna. (1987)
99. Belli Gioconda. La mujer habitada. (1988)
100. Martínez Tomás Eloy. La novela de Perón. (1989)
101. Vázquez Montalbán Manuel. Galíndez. (1990)
102. Arenas Reinaldo. Antes que anochezca. (1990/1992)
103. Arenas Reinaldo. El color del verano o el nuevo “Jardín de las Delicias”. (1990/1999)


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NOTAS
1Este el primero de una serie de artículos sobre el tema.
2No es objeto del presente artículo analizar el tristemente célebre término “boom”. Lo empleamos, ateniéndonos al uso sin estar de acuerdo con él.
3En este trabajo se van a emplear los términos como sigue: “latinoamericano”, con su significado geopolítico y, con referencia a la literatura, abarcando la literatura de todo el continente; “hispanoamericano”, con referencia a la literatura creada en América Latina en español.
4Карпентьер А. Советскому читателю (предисловие к роману „Превратности метода”). Иностранная литература. Москва. 1977, бр. 9: 3 (перевод с исп. М. Былинкиной)
5Vid lista de obras en ANEXO.
6No debemos olvidar que por una serie de razones que no son objeto de este artículo, la novela en Hispanoamérica es un género tardío y su nacimiento acusa una relación directa con el logro de la Independencia del continente en la primera mitad del siglo XIX.
7Vid. Леви 1984.
8Más tarde la figura de Rosas será objeto de la denuncia literaria de muchos escritores argentinos. Parte de las obras dedicadas al mandatario absolutista argentino serán mencionadas más adelante.
9Es Esteban Echeverría el “padre” del Romanticismo argentino, respectivamente hispanoamericano.
10Lazo. R. Historia de la literatura hispanoamericana. La Habana. 1968. t.1:8.
11IN Flores A. Narrativa hispanoamericana 1816-1981. T. 2, La generación de 1880-1909. México, 1981:22.
12Vid. Maldonado-Denis. La violencia del subdesarrollo y el subdesarrollo de la violencia: un análisis de El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez. La Habana: Casa de las Américas 1976, 98: 25.
13Este asunto es objeto de otro artículo.
14Esta lista incluye el mínimo de obras novelescas (algunas rozando el volumen de cuentos) dedicadas al tema dictatorial en la literatura hispanoamericana hasta 1990. Están excluidas de ella la gran parte de las dedicadas a Juan Vicente Gómez en Venezuela y a Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana, por ser numerosísimas y de ser incluidas darían una visión artificialmente exagerada del problema. La lista está ordenada cronológicamente y dentro de un mismo año, por orden alfabético de los apellidos de los autores.
15La lista incluye cuatro obras de escritores españoles, una de Valle-Inclán: Tirano Banderas, dos de Francisco Ayala: Muertes de perro y El fondo del vaso y una de Manuel Vázquez Montalbán: Galíndez, por estar dedicadas a la realidad latinoamericana. La de Valle-Inclán es considerada por muchos historiadores literarios como el inicio del tema en la literatura hispanoamericana.